lunes, 27 de julio de 2009

Intercambio de solsticios (26)

Le dejaba un amargo sabor de boca. Casi ni se creía lo que estaba leyendo en la página "web" de la empresa aquel s.abado por la tarde. Y eso que no acostumbraba hacerlo en su casa de Arrechea -el ajuste de Internet funcionaba allí con una lentitud agobiante-. Pero ocurría que el "España" se había agotado en la panadería del pueblo y quiso leerlo en su edición digital. Quedaban, eso sí, algunos ejemplares de "El Planeta", pero ese periódico no le gustaba demasiado, de modo que dejaría los ejemplares en el estante.
Y era esa noticia de "El Planeta" precisamente lo que reproducía la página "web": la salida de Josu Palacio de la compañía de seguros psrs la que ambos colaboraban. Y no se lo podía creer. Tanto que pedía la ayuda de otros ojos allí donde los suyos parecían engañarse.
De modo que Vic subía hasta su despacho-dormitorio y ella le contaba la noticia en tanto que Jorge Brassens la releía al mismo tiempo. Y las 2 coincidían.
Había -eso lo sabía todo el mundo- un enfrentamiento en la organización de la empresa en Madrid. Ese miércoles la correspondiente dirección territorial habría sido más tormentosa de lo habitual -que ya es decir- y Josu Palacio era ya perfectamente consciente de su situación minoritaria.
Esa noche, llevado de un impulso no refrenado por la prudencia de la siempre oportuna consulta con la almohada, Palacio conectaba su correo electrónico y escribía al consejero delegado de su compañía. "No me digas qué le has dicho, dime más bien cómo se lo has dicho", era la expresión habitual de un poeta francés. Y Josu Palacio le escribió que dimitiría el lunes siguiente, porque quería darle un par de días a su jefe para que desenredara la madeja que el mismo Palacio había contribuido a enredar y poco menos que prestara público apoyo a su causa.
La respuesta del máximo responsable de la empresa aseguradora fue insatisfactoria para Josu Palacio. No encontró en ella el respaldo que pretendía y se enrocó entonces en su pataleta. Tiró por el camino de enmedio e hizo corresponsable de sus males al consejero delegado. Tuvo para ello que retorcer argumentos y que distorsionar la historia vivida. Transformó opiniones discutibles en diferencias irreconciliables; denostó la figura de un jefe considerado a nivel interno y exterior a la empresa y lo convirtió en un caudillo autoritario; pretendió que su fracaso personal se convirtiera en el hundimiento de un proyecto empresarial. Y abandonó la compañía de seguros.
Valía como explicación, pero tenía un sabor muy ácido. Y resultaba muy duro para una empresa joven y con ganas de hacer cosas diferentes en el mercado tropezar con obstáculos como este.
Pero debían hacer frente al problema. Y Jorge Brassens recordaba entonces los versos de Federico García Lorca:

"Me tiraste un limón, y tan amargo,
Que no menoscabó tu arquitectura.
Y probé su amargura, sin embargo".

1 comentario:

Sake dijo...

Los asuntos humanos ¿A quien importan los asuntos humanos?, hombre a los humanos que les pilla de cerca. Pero no importa, ésos asuntos vienen y van continuamente, en nada nos afectan, porque si la empresa es viable seguira siendolo. Y si no lo es pues terminara. La cuestión que importa es ¿que portencia hay que emplear para acabar con algo que necesitan los humanos?, seria una portencia de tales caracteristicas que lo que se cuestionaria seria el futuro de la especie. Si hay clientes (aunque sea de un sueño), la empresa continuará e incluso las dificultades y abandonos la fortalecerán. Somos asi ¡Que le vamos hacer!.