jueves, 15 de octubre de 2009

La Unión Europea después del referendum irlandés

Una vez producido el “sí” irlandés en un referendum que ya el semanario británico The Economist ha calificado de incomprensible –casi dos tercios han votado afirmativamente cuando hace pocos meses muchos de los que hoy lo han hecho ayer dijeron que “no”- y ratificado también por Polonia, sólo queda la firma checa para que el Tratado de Lisboa entre en vigor.
Se da el caso de que es la quinta vez que Irlanda se pronuncia respecto de un tratado que se refiera al desarrollo del proyecto europeo. Y ello se ha producido con la más alta participación histórica y con el resultado más claro de todos –el 67% favorable.
Toda Europa ha respirado con satisfacción. Y es que el voto no era gratis: no existía un “plan B” si Irlanda no lo respaldaba.
También ha jugado la crisis económica: fuera de la Unión hace más frío.
Pero decía que está también la cuestión checa, que es más bien un procedimiento de ratificación. A pesar de las argucias del presidente de ese país, el Tribunal Constitucional de Chequia puede tomar la última decisión, y hacerlo antes de que termine el año. Parece que finalmente el Presidente no va a agotar el plazo.
En ese caso quedaría el compromiso establecido por los conservadores británicos de Cameron de someter el Tratado a un nuevo referendum. Pero tampoco les saldría gratis: un “no” a Lisboa les dejaría fuera de la Unión.
De modo que, parece más o menos claro que el Tratado entrará en vigor el próximo 1 de enero.
En este sentido, la próxima cumbre europea de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión deberá optar por alguna que otra decisión:
¿Nombrará a los miembros de la Comisión Europea para ratificarlos toda vez que Lisboa entre en vigor o, en lugar de eso, mantendrá a la actual Comisión en funciones y con la que está cayendo?
Este es un difícil "morlaco" que deberá lidiar España.
Antes del referendum irlandés, la presidencia española era la de las 2 “íes”: igualdad e innovación. A estas se suma ahora la tercera: imaginación –interinidad, indefinición… como se quiera.
Por otra parte, y siempre en este caso, España no lo presidiría todo. No lo haría con el Consejo Europeo –lo haría su presidente- o con el Consejo de Asuntos Exteriores –que lo haría el nuevo Mr. PESC.
Uno de los temas que pretende resolver Lisboa es el problema de la falta de continuidad de la presidencia que se ve obligada a cambiar cada 6 meses; pero lo hace a través de una discontinuidad en la cadena de mando. Habrá nada menos que “4 mosqueteros” de la Unión: el del Consejo, el de Exteriores, el de la Comisión –que con Lisboa adquiere personalidad jurídica- y el semestral, que se mantiene y a su vez se multiplica por 3: la presidencia anterior, la actual y la futura.
El gran problema será el de coordinar todo esto. No será tarea fácil.
Y a este jaleo institucional no le será ajeno el nuevo Mr. PESC. ¿Representará este sólo a los 3 países más importantes de Europa o integrará de forma efectiva la política exterior del conjunto?
parafraseando el trabalengüas: “Europa sigue enrollada ¿quién la desenrollará? El desenrollador…”

1 comentario:

Sake dijo...

Es igual, hagamos lo que hagamos no podemos eludir el futuro, y el futuro nos llama, nos empuja como un imán poderoso e ineludible.