martes, 29 de diciembre de 2009

Período de reflexión

Después de la repatriación de Aminetou Haidar, el Polisario ha abierto un período de reflexión. Nos lo comenta Hamed Haddad que se reúne en nuestra sede de Cedaceros con Carlos Rey, Javier Perote y conmigo mismo.
Haddad es un hombre moreno, cuya piel ha adquirido el color de las arenas del desierto saharaui. Vsite de chaqueta y corbata y tiene puesto un chaleco con botones para combatir el frío de Madrid. Habla un español casi sin acento y sus expresiones resultan sosegadas.
‘Ha caído un mito –asegura Haddad-. Mucha gente creía que era imposible que Mohamed VI cediera. Pero lo ha hecho.
Haddad se refiere, como es lógico, al comunicado emitido por el Ministerio de Exteriores español y a su “constatación” de que la ley marroquí se aplica en territorio del Sáhara. “También se aplica la ley saharaui en los territorios liberados”, explica. “Pero de eso no dice nada”.
Lo que ocurre es que la política del ministerio español es la que está creando el problema. Un ministro que proclama en la ONU que el Sahara es marroquí no parece que sea un buen gestor del proceso de autodeterminación.
Volvemos a la importancia de la Unión Europea y la prevista cumbre de marzo entre UE y Marruecos.
“Todo empezó con un análisis simplista respecto de los atentados del 11 M –según Haddad-. Para que Marruecos contuviera esos problemas se le daba todo lo que quería. Entre otras cosas una apariencia democrática. ¿Qué pensarían ustedes de una sola persona que tuviera los poderes de su Rey, su Presidente del Gobierno, del Cardenal Rouco Varela y del Poder Judicial? Mohamed VI es todo eso”.
Y en ese proceso, España es un factor determinante: “Todo empezó en España, todo debe terminar con la intervención española”, asegura.
Y en esa reflexión que ahora se abre, los derechos humanos constituyen un factor clave. De los 7 presos políticos saharauis que están en el corredor de la muerte, hay una mujer que se ha vuelto loca como consecuencia de las torturas recibidas, y eso no se cuenta”, nos dice.
Pues nosotros lo decimos.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (48)

Historia de Adelfa (4)

Llegué ahí. Las monjas pues (…) me metieron en una clase, que no conocía a ninguna niña (…) Me dijo una monja (…) eso, para sufrir” (…) sufriendo todos. ¿Por qué no vas a aceptar estar con nosotros aquí? No hacemos daño a nadie” (…) Y llegué a mi habitación. Me dijo, otra monja: Bienvenida seas, hija de Dios. Te estábamos esperando (…) enseñar (…) las nuevas clases, (…) aulas. Estarás acompañada de 2 chicas y el guardia”.
Llegó el momento de salir. El chófer, sin preguntarme nada, se dirigió a mi casa y dijo: “Voy a esperar a tu hermana para avisarla”. Pero de qué me dijo, yo qué sé (…) “Este va a ser vuestro nuevo hogar”. Y digo: “¿Qué nuevo hogar?” “Aquí no vais a seguir viviendo. Porque tenéis que cambiar de domicilio” (…) Y yo era una chica que escuchaba mucho. Pero, cuando llegaba mi hermana, se lo contaba todo, todo, todo. Y yo era como una especie de grabadora.
Más tarde, pues llegó mi hermana. Y se lo conté “(…) que me digan que yo no salga de casa, porque es mi casa y lo siento mucho (…)” “Esa casa la van a tirar dentro de muy poco, mañana o pasado mañana la van a tirar al suelo. Tendremos que ir a vivir a nuestro nuevo hogar que está (…)” Y yo, cansada y agotada, en un día con tantas historias raras que ocurrieron (…) me hice una herida, y me dijo: “Lo siento, Adelfita, pero tienes que responder”. “¿Quién es este señor?” Y digo, me dice mi hermana: “(…) vuestros padres, porque tú no puedes ser madre de esta niña”. Y ella me dijo: “(…) de casa (…) le echó, bueno, a patadas”.
Estaba deprimida, pero bueno, muy deprimida (…) Una idea de ir a (…) en casa de una vecina (…) Pero, al día siguiente, cuando me fui otra vez a mi colegio normal, y vinieron a recogerme otra vez, me dejaron internada. Buscando. Vi un anuncio de que yo había desaparecido (…) Ahí, si una niña desaparece (…) buscar las autoridades. Entonces, nada. Así empezó a buscarme (…) con todo lo que había pasado. Y cuando ya se dieron cuenta que (…) en aquella época (…) de justicia (…) La cosa ahí empezó a (…) Al principio, a este hombre, ni siquiera le había visto yo (…) O sea que me acosaba tanto (…) Simplemente, que su madre (…) Pues él hizo lo que pudo (…) Entonces me quedé allí (…) como una semana (…) Pasaron casi como dos meses (…) hasta que (…) el colegio (…) Volver al colegio o nos matan a todos (…) señora en paz, pues tendrá bastantes problemas (…) Yo no sabía. Tenía mucha rabia conmigo, porque (…) con tanto dolor que me producía (…) volver al colegio.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (47)

MI FIEL SOLEDAD

Nunca lo hubiera creído,

Si alguna pitonisa,
De esas que ofician en los barrios bajos,
Pendientes de las tonalidades,
Nebulosas de su bola de cristal,
Me anunciara con la habitual carraspera,
Producto de su voz aguardentosa,
De orujo de a tres euros
�De hoy- la botella:
"Algún día escribirás:
MI fiel soledad"
Nunca lo hubiera creído,
Y, hasta le habría dejado a deber,
Las quinientas pesetas de mi porvenir.
Y sin embargo, ¿a qué extrañarse?
Si la he tenido siempre presente,
Como un perro vagabundo,
Que te mirara con sus ojos leales,
Y te dijera que está dispuesto a seguirte,
A cambio de que le lances una caricia,
De cuando en cuando,
O a cambio de nada.
Estaba en mis juegos juveniles,
Arrastrando los "fórmulas uno",
En el "Scalectric" del cuarto de jugar,
Que luego me tuve que llevar hasta la torre
-En el último piso de la casa-
Cuando mis hermanos pedían un cuarto de estudio,
Y mis hermanas querían dormir solas.
Estaba, fiel amiga,
Entre las líneas de las noticias de la prensa,
Que luego yo recortaba,
Para hacer fichas,
Sobre los problemas internacionales,
Apoyando, leal, mi proyecto,
¡Ay!, de opositar a diplomático.
La notaba entonces,
Entre las canciones y los comentarios,
De los "cuarenta principales",
Y me sonreía, amiga,
Cuando me daba por llevar el ritmo,
Tamborileando mis dedos sobre la mesa.
Era entonces soledad maldita,
A la que dejaba yo tirado,
Sin importar la excusa,
Cuando aún no seleccionaba las compañías,
Pues todas eran buenas,
Todas valían,
Con tal de evitar la soledad.
Y hoy, con el correr de los años,
Soledad, compañera de paseo,
Que me susurra su nombre,
Con un soplo de viento entre los árboles,,
En el camino de las tres hayas,
O la brisa del mar
En la playa de Matagorda.
Dulce soledad, amiga,
En los desayunos, comidas y cenas,
Que paladea conmigo los guisos que me gustan,
Y desprecia -solidaria
Cualquier cosa que,
No sabría decir muy bien por qué,
Precisamente hoy no me apetece.
Vuelve a estar presente entre las páginas
De los libros, documentos varios,
Y de Internet-,
¡Cómo hemos cambiado!
Para seguir siendo tan iguales.
Soledad en las noticias de televisión
En mis paseos al caer de la noche,
Soledad en mi cama siempre estrecha,
Hoy te percibo,
Pero ya no sería capaz de tirarte una piedra,
Para que huyas lastimera,
Porque hoy te acojo,
Te proclamo amiga fiel
Y compañera,
Y es que tengo una razón poderosa,
Para hacerlo:
Siempre has estado ahí,
Al otro lado de mis abandonos,
A pesar de todos mis desprecios,
Y tus fieles ojos me siguen diciendo:
Te quiero, y te sigo,
A cambio de una simple carantoña,
O a cambio de nada
Y hoy te digo, soledad,
Que no existe nadie como tú,
Y que a tu lado, soy feliz
Insisto: si esa pitonisa,
De tres al cuarto,
Lo hubiera visto,
En su confusa bola de cristal,
No la hubiera creído,
Y hasta le habría dejado a deber,
Las quinientas pesetas de mi porvenir.

Lanzarote, 19 julio de 2002.

martes, 22 de diciembre de 2009

De las cosas de la vida

Pues señor que estos fines de semana que pintan a blanca Navidad, cuando el único lugar que no resulta desagradable es el hogar de cada uno, y te instalas en el sofá de casa pensando en el frío que estarán pasando todas esas personas que no tienen más remedio que hacerse a la carretera o recorrer las calles y las plazas de nuestro país; esas noches que pones la televisión con el sano propósito de adormecerte con sus generalmente vacuos sonidos, te encuentras con una España insólita que algunos de tus intelectuales devaneos habían pretendido marginar hasta una de las más altas estanterías –cuanto lo son más, son más inútiles las estanterías, decía una pintada anarquista, según me contó una vez Enrique Múgica--. Y es que es este un país singular, que detiene su atención, respecto de los por lo visto pequeños problemas que padece, a la vista de una operación de cirugía estética que ha tenido una señora que da en llamarse Belén Esteban y que le ha costado 18.000 euros, según ella misma afirma sin ningún recato en presencia de quien le ha practicado dicha intervención. El mismo programa asegura que la mencionada ciudadana es nada menos que la “princesa del pueblo”, lo que para una Monarquía no exenta de Princesa y de Infantas, que todas ellas parecen esforzarse por subrayar sus mejores proyecciones populares no deja de constituir un exceso, no sé muy bien si de coronas o de pueblos.
Una vez ilustrado el grave asunto de la señora Esteban, la pantalla nos acerca a la formulación de un curioso acertijo: ¿crispa más la derecha o la izquierda?, nos preguntan. Lo cual, formulado en esos términos, viene a convertirse en un elemento más del viejo debate en el ruedo ibérico. Resulta por lo visto conveniente dividir la tarta en esas dos mitades irreconciliables y convertir la noche del sábado en un combate adolescente por el que siempre uno puede dar más -si es que puede, claro.
Lo malo es que resulta demasiado fácil eso de adjudicar la crispación a la derecha o a la izquierda.
Yo no sé quién crispa más. ¿El gobierno que no tiene soluciones para nada y sólo sabe encontrar problemas con los que desviar la atención o una oposición que ha reducido su estrategia a esperar que el tiempo acabe por desmoronar a su rival? ¿Crispan los sindicatos que arriman con fidelidad digna de mejor causa el ascua de su agradecimiento a la sardina de su manutención por los poderes públicos, o no? ¿Crispan los banqueros que no conceden créditos a particulares y empresas después de haber recibido buenas inyecciones financieras por parte del Estado, es decir, de todos nosotros? ¿Crisparán más aún estos últimos cuando nos den otra buena vuelta de tuerca en el segundo semestre del año que viene y tengan que pagar los créditos que vencerán entonces? ¿Crispan más los concejales corruptos de CiU que los del PSC, los políticos del PP-Gürtel o los del PSOE-cualquiera-que-sea-el-nombre-del-escándalo?
Sería muy fácil si pudiéramos cargar con el mochuelo a los presuntos crispadores, porque de esa manera hubiéramos resuelto una parte del problema. Pero no habrá tal. Por muchos programas que emitan sobre nuestros cansados ojos nadie nos aclarará la cuestión. Seguramente porque, reducido el asunto al absurdo, crispadores lo somos todos los que no estamos dispuestos a observar tanta indecencia como la que padecemos sin murmurar al menos una pequeña protesta a quien comparta con nosotros el otro lado del sofá.
Crispación de crispaciones, todo es crispación, contestaría esta, remedando el refrán latino.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Después de la victoria

Por más que la experiencia de los años vividos nos cura del espanto ante los hechos que simplemente resultan previsibles, no podía dejar de pensar en la forma en que los hombres actúan sobre la realidad, justificando actitudes y gestiones que sólo pueden definirse como inexplicables.
A esa misma idea le daba yo vueltas cuando, aún aterido por el frío de esa gélida mañana de sábado en Madrid, en el autobús que me conducía a casa, recordaba los acontecimientos vividos a lo largo de esta semana y que tenían todos por elemento recurrente a una mujer, Aminatou Haidar, que ha doblegado con la sola ayuda de su irreductible voluntad y de un puñado de entusiastas colaboradores los designios de un Estado.
Cuando asistía a la reunión a que nos citaba la plataforma CEAS cuatro días antes y me encerraba -junto con una veintena larga de representantes de partidos, sindicatos y asociaciones varias- en una sesión de dos horas y media y el representante de la UGT ponía encima de la mesa una propuesta de manifiesto, hice su lectura y, después de comprobar que en términos generales resultaba correcta, me impuse la tarea de no participar en el generalmente inútil embrollo de la redacción de un comunicado en el que apenas nadie se fijará después. Comprendo que en esta cuestión, espinosa donde las haya para algunos, existan quienes deban hilar fino y rizar el rizo de sus historias propias, salpicadas como se encuentran de idas, vueltas y revueltas. Pero no era ese el caso de UPyD, nosotros podíamos firmar el comunicado que fuera, siempre y cuando no supusiera dar un paso atrás en las reivindicaciones saharauis, por supuesto.
No participaría tampoco en el asunto el representante del PSOE. Pero su silencio no otorgaba nada, se trataba más bien de una argucia. Una vez que todos aceptábamos el contenido del texto, el comisionado socialista para la ocasión alegaría que no podía suscribir el término de “suspender” el Estatuto Avanzado de que goza el Reino de Marruecos en sus relaciones con la Unión Europea. Eso estuvo a punto de empantanar la reunión. No lo hizo, sin embargo, el desabrido comentario de una organización auto-denominada “Paz Ahora”, para quien la presencia de UPyD –“Unión, Progreso y… no sé qué más”, diría con expresión despectiva- no les resultaba cómoda: hay quienes tienen una curiosa manera de entender la palabra unidad.
Después vendría la repatriación de la activista saharaui y, el viernes, la rueda de prensa en que los convocantes haríamos pública la convocatoria. Sindicatos y PSOE harían el elogio de la gestión del Gobierno español –ocultando, eso sí, la connivencia con las autoridades marroquíes en el proceso de expulsión de Aminatou- y llamando a la desmovilización. Con Haidar en su casa para muchos la historia había terminado.
Quizás por eso, esta mañana de sàbado hemos sido menos de los previsibles sólo 72 horas antes. ¿Ignorantes? Antes al contario. Saben lo que hacen, dominan las calles y las oficinas públicas, controlan los presupuestos y pagan voluntades y autobuses, y las dejan de pagar cuando les conviene.
La televisión de todos dice que estuvimos unos centenares de personas. Es decir, pocos. Pero nadie duda que estos 32 días de lucha individual de una mujer, que se hubieran convertido hoy en 34, como una alegoría dramática de los mismos años de vergüenza que hemos vivido los ciudadanos españoles y que han sufrido los saharauis ante las claudicaciones sucesivas de nuestros gobiernos, han supuesto una victoria ejemplar que ya ha entrado por derecho propio en la historia de su pueblo, pero también en la de la humanidad.
Se lo decía a Aminatou en la carta abierta que le escribí y que mis compañeros de Sevilla no tuvieron la oportunidad de entregarle. Es el valor de la imagen en esta sociedad que ya no entiende de textos escritos ni de reflexiones conceptuales, esta sociedad que se pega a las pantallas de las televisiones y que ha asistido a la pequeña-gran historia de una mujer débil-fuerte conducida a un cuarto de baño aeroportuario en un carrito de ruedas. Detrás de esa imagen han surgido las preguntas.
Ahora, los enterradores de los problemas querrán también echar paladas de arena sobre las respuestas. 34 años de olvido, de incumplimiento, de deshonestidad, de mala gestión, de sumisión a los intereses espurios aunque lo puedan ser de los mismos que tomaron esas decisiones…
No será así para todos. El antes de estos 32 días era el Sahara olvidado, el después es el Sahara recuperado.
Sólo la muerte es antecesora del olvido, decía Borges. Y Aminatou está viva y victoriosa. ¿Una premonición? Seguiremos trabajando para que se cumpla.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (46)

Caminaban ya por la calle Agustín de Foxá, última vía que les restaba hasta llegar a la sede social del pomposo gobierno local de la ciudad de Chamartín.
- ¿Sabéis quién fue Foxá? –preguntó Brassens, con ese deje de erudito que en ocasiones se apoderaba de él.
- Ni puta idea –llegaría a musitar, y por educación solamente, el jefe de la cuadrilla.
Foxá, en sus recuerdos de 10 ó incluso 15 años antes, era la mención de su primo Antonio Redondela, cuando recordaba las acciones del autor de “Madrid de Corte a checa”, esa obra que había perseguido hasta pensar que no la encontraría jamás. Brillante e ingenioso, Foxá no estaba de moda. Para ser considerado en aquella España que dejaban atrás sin que todavía recuperaran ni siquiera una genérica idea de España, hacía falta ser eso que algún día se definió como “de izquierdas”. Hoy en día –pensaría Brassens- la izquierda ya ni siquiera está de moda, la derecha tampoco. Cedían todas, ideologías o ideas ante el imperio devastador de la barbarie. De esos seres huidizos que acababan de abandonar en General López Pozas o de aquellos otros vestigios de personas que se acurrucaban temblorosos en los portales de las casas o se esfumaban por los corredores que habilitaban las esquinas de las calles.
Ese Madrid de Foxá, ese Chamartín de Brassens… eran las checas de los jefecillos mafiosos que dominaban el terreno de juego, que daban y quitaban la vida, que hacían de la simple existencia un regalo condicionado…
Y reconstruir la sola idea de civilización exigía no sólo de tiempo, también de esfuerzo. Esa visión triste y gris de un paisaje “Blade Runner” donde ya todo era frío y penoso, y apenas si la belleza se concretaba en la extraña estética del feísmo…
Y Brassens recordaba, sin embargo, unas palabras que Alexis de Tocqueville ha había dedicado a América.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Clausura Focus Avila. 12.12.09

Hace apenas un año tuve el honor –debido seguramente a la buena amistad que me une con Félix Sánchez Montesinos y Miguel Angel Quintana, no a mis méritos propios- de inaugurar el primer curso de Focus en Valladolid.
Tuve entonces la oportunidad de realizar un análisis de lo que podíamos pensar que era la tarea internacional del partido, que en una organización como la nuestra se convertía con carácter inmediato en una visión por definición crítica de la situación de España y de las respuestas europeas. Una visión crítica, desde luego, por4que UPyD no llegaba a la arena política para ser complaciente con la realidad sino para plantear los problemas y definir sus soluciones.
Apenas han transcurrido desde entonces unos meses –la primavera ha pasado, el verano nos ha dejado, también desde el punto de vista climatológico, y el otoño-invierno se cierne sobre nosotros-. A pesar del escaso tiempo pienso que no es mal momento este para hacer balance. Porque entre entonces y ahora han sucedido bastantes cosas.
Decía en esa charla que en el horizonte de España y del conjunto de los países miembros de la Unión, la idea de “más Europa” se constituía en un objetivo irrenunciable. Nos habíamos pasado mucho tiempo, demasiado tal vez, defendiendo respuestas de base nacional a problemas cada vez más globales, cuando se nos presentaba una crisis económica, social y también política –insisto, no sólo económica- de alcance global y que dejaba en ridículas las pretensiones de algunos dirigentes políticos, para quienes la crisis nacía en un solo país y alcanzaba en una suerte de perverso efecto dominó a otros. Pero es que, además esos dirigentes políticos no tenían razón. España, sin ir más lejos, estaba tan profundamente instalada en la “economía de la burbuja” que hoy se convierte en el “enfermo de Europa” y nadie sabe muy bien cómo va a salir de la crisis si no es que algún día funcione la solidaridad –o el egoísmo- de los países europeos más fuertes que no puedan aceptar que nuestro país no se sitúe en algún momento de los próximos 5 años en una perspectiva razonable de crecimiento económico.
Diré por cierto que –un poco a la manera contagiosa de Zapatero- muchos expertos dan por finalizada ya la crisis y no seré yo quien les enmiende la plana. Pero creo que es más cierto pensar que la cosa va para más largo, y que si las políticas de alcance keynesiano –fortaleciendo la demanda pública- han sido no sólo útiles, sino indispensables, para resolver el primer impacto de la crisis; lo cierto es que como decía el experto en Bolsa André Kostolany, 2 + 3 = 6 – 1. De modo que la ecuación al final se resuelve y las matemáticas siempre triunfan. Quiero decir que alguien tendrá que pagar este efecto sustitución del consumo privado por el gasto público en el medio plazo, y ese alguien lo serán los impuestos y las generaciones futuras por las partes que los ciudadanos podamos asumir y los políticos endosarnos.
Además que –y dicho sea sin demagogia alguna- una recuperación económica que condene nada menos que al 10% de la población activa de los países desarrollados al paro no es una recuperación en sentido estricto, quizás sólo un apunte para un cambio de tendencia.
Decíamos que “más Europa” y en muy pocos meses, después de 8 años de marear la perdiz tenemos un Tratado de Lisboa, que a decir de algunos es algo así como el 90 ó el 95% de la abortada Constitución Europea y lo tenemos en vigor.
Cualquiera podrá suponer la dificultad de lo conseguido. Poner de acuerdo a 27 países en la suscripción de un acuerdo como este, y convenir que cada uno de esos países acudía a la aprobación del Tratado intentando obtener algún rédito del mismo, hacía de la operación algo cercano al vértigo apenas inmediato al de arrojarse al vacío: Irlanda quería comisario propio y ligar al Tratado sus propias políticas internas respecto de la familia, Chequia defendía la invulnerabilidad de sus derechos territoriales, El Reino Unido a Blair en la presidencia del Consejo –al final ha sido Lady Ashton- y por fin, Francia y Alemania –o Alemania y Francia, tanto monta- querían que todo el nuevo andamiaje institucional no les privara de la capacidad de sus gobiernos de seguir interviniendo en la vida diaria de la Unión.
Y para empezar por el principio podríamos hacer lo que acostumbra García Márquez con sus novelas, que consiste en empezar por el final. Y el final es que a Europa le faltarán 70 millones de activos para 2.050, si pretende mantener el Estado del Bienestar que ya se ha demostrado es la gran ventaja comparativa que dispone el Viejo Continente en relación con las demás economías del mundo.
¿De dónde los sacaremos? Es evidente que en eso no existe una sola respuesta, sino un “mix” de posibilidades. Es verdad que es preciso operar reformas en los mercados de trabajo que aporten más mano de obra o que retrasen la edad de jubilación para generaciones con un ámbito vital en condiciones de calidad que ha crecido de manera sustancial; que también hay que desarrollar políticas de fomento de la natalidad; pero resulta inevitable en todo caso que se desarrolle una política migratoria común.
Hoy en día, la emigración tiene en Europa al menos dos aproximaciones diferentes: la del Norte, que apoya la entrada en sus países de personas de alta cualificación o –en su caso- de refugiados políticos; y la de los países del Sur que hemos traido –o recogido- emigrantes no cualificados. Establecer una política común de emigración basada en la idea del “emigrante-persona” y no del “emigrante-delincuente” es clave. Pero es que también importa establecer criterios de número además de los que –hoy por hoy- quiere mantener la Comisión Europea, que son sólo criterios de cualificación. Y para ello no haría falta que, otra vez, los 27 países nos pusiéramos de acuerdo en un nuevo tratado de la Unión, bastaría con tener la voluntad política de concertar una política común en este ámbito.
Para garantizar nuestro modelo económico y social, presente y futuro, es importante desde luego emprender un modelo de desarrollo. Y para ello la energía es el factor clave. Nos encontramos frente a otro invierno que no podrá sino resultar duro para los ciudadanos que viven en los países del Este. Y aún no está garantizada siquiera la entrada del gas ruso en esos lugares. “Primus vivere”. Pues bien, esa prioridad debería convertirse en un elemento paradigmático de la capacidad de la Unión por enfrentar sus problemas.
Y luego, habrá que saber qué hacemos con el otro “mix”, el energético. Si favorecemos la construcción o no de centrales nucleares, qué hacemos con Copenhague -1 ó 2-, qué postura mantener sobre el cambio climático y que políticas deberemos seguir al respecto.La prioridad es siempre la vida.
Tampoco haría falta que los 27 países miembros se pusieran de acuerdo en la aprobación de un nuevo tratado europeo de la energía. Basta para ello la concertación, es suficiente con la voluntad política.
Una de las novedades del Tratado de Lisboa consiste en la creación de un Cuerpo Diplomático de la Unión, para el que se ha dotado con una no pequeña cifra: 50.000 millones de euros –que se han obtenido a base de adelgazar la Política Agraria Común, primer desmantelamiento de lo que ya se prevé como su final definitivo para 2.013.
La duda –que aún no está resuelta, pero sobre la que abrigamos grandes sospechas respecto de la peor de las soluciones- es si este Cuerpo Diplomático común atenderá al desarrollo de una política exterior común de la Unión o simplemente tratará de coordinar las de los principales países miembros.
La diferencia no es pequeña. Una política exterior común –que ciertamente no es lo mismo que coordinar 27 políticas exteriores- establece como prioridad la defensa de los prinipios y valores de Europa en el escenario mundial. Que son: el respeto a los derechos humanos y el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas. A lo que se debe añadir lo que se refiere a la representación e impulso de los intereses europeos en este ámbito.
Europa no ha tenido una voz común en el concierto internacional. Los franceses defienden su “grandeur”, los alemanes pretenden una silla propia en el Consejo de Seguridad de la ONU y en el G-20 entran los países que pueden. ¿La elección de lady Ashton como Alto Representante es una decisión acertada para la prosecución de estas políticas?
Viene detrás la defensa. Afganistán y los demás conflictos en que Europa está inmersa. El Tratado fija un principio de reciprocidad en este marco: cualquier agresión sobre un país miembro será considerada como un ataque al propio país. ¿Concertaremos a partir de Lisboa nuestras políticas de defensa? Lisboa constituye también en este terreno una oportunidad para la acción, pero también una oportunidad para la decepción.
Política migratoria, estado del bienestar, política exterior, de defensa… ¿Qué ha pasado con los buenos propósitos de estos 8 años, una vez que se empieza a aplicar el Tratado de Lisboa?
Para responder a esta pregunta se puede hacer una especie de prueba del algodón, que son los nombramientos que se han hecho en la Unión Europea en los últimos meses.
Me fijaré para ello en los que se refieren a la reelección de Durao Barroso al frente de la Comisión Europea, de Van Rumpuy como nuevo presidente del Consejo y de lady Ashton como Alto Representante para la política Exterior.
En relación con estos 2 últimos nombres, el tiempo dirá si los pronósticos se confirman. En cuanto al primero hay ya un primer mandato que acredita algo: y lo que demuestra ese período es que Durao es un hombre cómodo para los políticos y los gobiernos de los 27 países. Hacedor de compromisos, el portugués ha sido capaz de alcanzar los puntos de acuerdo mínimos. No se ha distinguido, sin embargo, por definir objetivos ambiciosos y –menos aún- de convencer a los países miembros de la necesidad de su consecución. Lo dijo Rosa Díez en el Congreso de los Diputados: Durao Barroso no es un líder, en estos momentos Europa no necesita un gestor.
Quizás pudiera haber enmendado la plana a esa decisión el nombramiento del presidente del Consejo, respecto del que todo el mundo esperaba expectante el pronunciamiento de los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión, la persona que por fin cogería el teléfono al que uno tenía que llamar cuando quería hablar con Europa y que no existía, según decía el ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kisinger.
Para ese puesto se habían postulado los nombres de caracterizados líderes políticos como Tony Blair o Felipe González. Al final ha sido el belga Van Rumpuy, que acredita el magro balance de un año al frente del gobierno de Bélgica –complicado donde los haya en un país dividido, en permanente “choque de trenes”, eso sí-. Si nos damos cuenta, se trata de un perfil bastante semejante al del presidente de la Comisión: un hombre de coordinación que no parece excesivamente capaz de tomar las decisiones que se precisan.
En cuanto a la nueva responsable de la política exterior, despejados los nombres de muchos candidatos que disponían de acreditadas hojas de servicios en el ámbito internacional, el resultado ha sido que se ha elegido a una británica que no ha tenido experiencia alguna en el ámbito diplomático. Cualquiera podría pensar en eso de que los políticos son por definición unos generalistas y que basta con que se rodeen de personas expertas para que cumplan con eficacia su labor. No parece que así sea, sin embargo.
La Europa que era capaz de poner a personas como Jacques Delors, hoy ha preferido los nombres que no dicen nada a nadie. Delors que, por cierto, decía eso de que Europa era un “objeto político no identificado” y que lamentablemente lo seguirá siendo.
Habrá que decir que el objetivo del tándem Merkel-Sarkozy se ha conseguido: que ellos mismos no sean sustituidos al otro lado del teléfono cuando el presidente americano el chino quieran hablar con el líder político europeo. Lo que pasa es que ya no habrá una Europa, la Unión que algunos pretendíamos y tantos esperaban; sino la suma de los países miembros que algunos intentarán con previsibles dificultades de coordinar.
Seguirá habiendo un G-20 en el que Europa dispondrá de varias voces, Alemania continuará peleando por su asiento en el Consejo de Seguridad y Francia no verá desde luego diluida su personalidad.
Habrá que ver, por fin, qué ocurrirá con las políticas migratorias, la aplicación de las medidas que aseguren en el largo plazo nuestro estado del bienestar, las políticas energéticas básicas y las demás decisiones en este terreno, la defensa europea… Meros reflejos de los intereses de otros países del mundo –Afanistán, por ejemplo- o de los países europeos que llevan la voz cantante.
El final de este año, en la cita europea por la ambicion ha concluido sin embargo en una decepción. Y eso augura una década en la que Europa seguirá siendo ese “objeto político no identificado” de que hablaba Delors. Precisamente en una década en la que este mundo que se está reinventando desde hace 20 años, cuando caía el muro de Berlín, y más aún ahora, cuando la crisis nos obliga a todos a ofrecer respuestas válidas para nuestro propio futuro y de los ciudadanos.
Es un tren que sale de la estación. Pero en el andén no está Europa, sino algunos de los Estados que la componen.
Lo que ocurre es que no existe alternativa. O conseguimos hacer esa “más Europa” que necesitanis o no contaremos apenas en el concierto de naciones.
Y en UPyD somos muy pocos, pero mantenemos el mismo spíritu. Si algunos han perdido la ambición, ese desde luego no es nuestro caso.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (45)

Historia de Adelfa (3)

Y eso viene a ser, más o menos, mi calvario personal (…) Mi hogar. Porque es la historia de que bastante voy a hablar. En esta parte de la cinta, ya. En la otra parte de la cinta hablaré más ampliamente de la historia familiar.
Entonces, cuando yo tenía más o menos (…) 10. Tenía, 9 años. No me acuerdo muy bien. Esa señora, cuando se fue no estaba muy convencida. Según dicen, vino un día buscándome. Encontró la casa cerrada. Y los vecinos le dijeron: “Pues la niña (…) sigue trabajando (…) en clase”. Entonces ¿qué pasa? (…) lo que yo llevaba puesto, porque era el uniforme del ‘cole’ (…) Bueno, y de vez en cuando, venía a casa. Mi hermana decía: “Yo no puedo tener una amistad con una señora tan mayor. Porque, a mi edad, yo no tengo nada que decirle”.
Llegó un momento en que esa señora sabía que yo vivía enfrente de una galería o de un supermercado que se llamaba ‘Bababuki’, y que yo era una niña guineana, que en aquel país, Gabón, se llaman ‘ecuatú’, como negra más clara. Y como, en aquel colegio era el único colegio en que se podía aprender español, pues ahí estaba yo. Bueno, y en el colegio, empezaron una especie (…) Porque esa señora vino, y dijo a la directora que buscaba una niña ‘ecuató’, que vivía enfrente del ‘Gabú-prix’ en ‘La-la-troe’. La directora mandó llamar a todas las niñas ‘ecuató’ de color negra clara. Éramos muchas. Pero esas llamadas a la dirección fueron constantes. Era casi al final del curso. Venía las autoridades en la (a) clase a buscar a aquella niña. Yo no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Una mañana yo tenía náuseas, para vomitar. Para ir al servicio hay que pedir permiso a la directora. Y la encontré ocupada. Así que yo vomité ahí mismo, porque yo no podía aguantar más (…) Porque, a la forma de hablar suya, no sé, de hecho creí, yo no me equivoqué mucho, que le decían: “Van a salir de clase, y subirán en los autobuses. Con 4 autobuses, así, uno por cada uno. Fijar en las paradas, y en las otras (…)” De otro cuerpo, tenían que subir 4 en cada autobús para, más o menos, fijarse en las paradas nuestras y (…) las chicas guineanas. Pero la policía dijeron que si yo vivía en “La-la-truán”, enfrente de “Gabó-prix”, ¿por qué se iban a subir en todos los autobuses? Tenían que subirse en los autobuses que van en “La-la-trais”, para ver dónde bajaban. Me bajé, en mi bajada. Y yo llegué a mi casa, normal, como todos los días. ¿Y qué pasa? Que, cuando volvimos del ‘cole’, me llama la directora y me dijo: “Mira, bonita. Resulta que tú ya has terminado aquí. Tienes que ir a otro colegio, que se llama ‘Las Hermanas (…)’ Que ahí te vas a encontrar muy bien, que ahí estás muy bien”. Y la dije: “Pero si yo tengo matrícula fija de todos los años. ¿Para qué voy a irme a ‘Beser’, si ‘Beser’ es para los chicos ricos?” Y dice que “ya tienes matrícula hecha ahí, y yo no puedo hacer nada. Prefiero esperar a tu hermana y aclararlo. Pero yo no quiero arruinar mi vida (…) te está esperando, hija. Así que, acércate y sube”. Digo: “¡Ah, sí!”, (…) esperaba que fuera una broma, pero no lo era.
Yo subí en aquel coche, que tenía algo de ‘trol’, pero no me acuerdo muy bien porque tenía como marfil, color de oro, pero si lo veo, de vista, sí que lo reconozco. Ese coche, con ese señor que yo no había visto nunca en mi vida. Y le pregunté yo: “¿Y dónde vamos?” Dice: “Te voy a dejar en el colegio”. “Pero, si es tarde, y es hora de estar ya en casa. Además, yo no soy una persona de dinero”. Dice: “Pues ya tienes matrícula pagada y todo”. Y digo: “No, no, no. Mi hermana no sabe nada de eso”. Y dice: “Pues te llevo porque me han ordenado llevarte”.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Concentración ante la embajada

El sábado 5, siguiendo la petición de una de las organizaciones de la oposición cubana en el exilio, UPyD se sumaba a una concentración frente a la puerta de la embajada de Cuba, con el objetivo de reclamar la “democracia ya” en la isla.
De modo que me acerqué al Paseo de la Habana, junto a ese edificio que es una mole de cemento, que soporta con aparente desdén el paso de las estaciones y que es fiel reflejo del régimen que representa. Un sol de otoño-invierno calentaba esa parte de la calle, donde un grupo de militantes por la libertad organizaba sus pancartas en ese estrecho tramo.
Pregunté por Rigoberto, que era el responsable de la organización. Es un tipo robusto y alto y de mediana edad, tiene el aspecto resuelto de los que están convencidos de la justeza de su causa.
Cuando le saludé, me contestó con esa simpatía desbordante de que hacen gala los cubanos.
- ¿Me permites que nos demos un abrazo en público?
Y nos abrazamos. Saludé a otras personas que formaban parte de la organización y me reuní después con los compañeros de Unión, Progreso y Democracia que habían secundado la convocatoria.
Allí se encontraba una periodista de la cadena SER, que me preguntó que cómo volverá la libertad a Cuba y yo contesté: “Combinando la presión interior con la exterior”. Hice también unas declaraciones a Radio Martí.
Dio comienzo el acto. La voz ronca, los intervinientes fueron leyendo los nombres de los presos políticos encarcelados en la isla. La gente coreaba esas menciones al grito de “¡libertad!” Una canción –seguramente de Silvio Rodríguez- “amenizaría” la reunión.
Al otro lado de la calle otro de los organizadores –el padre de un escritor y periodista, al parecer- intervino antes de que otro de sus compañeros leyera una carta de su hijo. El volumen de la música iba creciendo por momentos. Alguien pedía que la bajaran, pero uno de los cubanos nos informó de lo que parecía increíble:
- No somos nosotros –aseguró, mientras señalaba con un gesto el edificio de la embajada.
Dentro de la legación diplomática, un funcionario tomaba imágenes de la concentración.
La escena era ya más propia de un mercadillo español que de una manifestación respetada. Los concentrados, enardecidos, gritaban en dirección a la embajada “’¡fascistas!”, en tanto que ellos elevaban aún más el volumen de las canciones. Se trataba de un verdadero sarcasmo: ahora sonaba –a ritmo caribeño- la letra:
“Cuéntame, cómo te ha ido; si has conocido la felicidad…”
- Son unos miserables –le dije a Rigoberto, cuando este pasaba por delante.
- Pero lo han sentido –me aseguró, la indignación dibujada en su rostro.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Intercambio de solsticios (44)

NO QUIERO MORIR

No quiero morir,
Por ti,
No quiero morir.
Me dicen que mi hija,
Nuestra hija,
Se nos está yendo;
Esta mañana tengo el azúcar disparado,
Sin que yo haya hecho exceso alguno para eso;
Y mi retina está sucia,
Y provoca manchas sobre mi universo exterior.
Vuela el avión hacia Bilbao
Y allí me esperan
Dos escoltas,
Y un coche pagado por el contribuyente,
Sólo porque estoy en política,
Y no soy como a algunos les gusta que se sea.
Los nacionalistas de la pistola
Me quieren matar.
Y, a pesar de todo, no,
No quiero morir,
Por ti,
No quiero morir.
Hoy me llamas,
¿Por séptima vez en el mismo día?
Cuando apenas alcanzo
La escalerilla del avión
Para decirme algo
Entre sollozos
Y entonces yo vuelvo a preocuparme
Y pienso en mi hija,
En el azúcar,
En lo sucia que se me ha puesto la retina,
En los dos escoltas,
En el coche oficial pagado por el contribuyente.
Verdaderamente que todo esto.
Es como para llorar.
Pero sólo ha pasado que
Te has cargado la televisión,
Y yo escribo estos versos
En tanto que el piloto
Anuncia que llegaré a tiempo
Para cenar.
Y yo pienso que quiero volver,
Y que a pesar de todas las cosas
De nuestra hija,
De mi sucia retina,
De los dos escoltas
Y del coche pagado por el contribuyente,
No quiero morir,
Por ti,
No quiero morir.
10.3.02

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Una justicia de barra libre

Asistimos en estos momentos, a una judicialización de la vida política y social de este país. Si uno de los rasgos característicos de nuestro sistema judicial es el ineficacia de su administración, para colmo se ha convertido en el escenario de la batalla política de dos partidos PP-PSOE que no son capaces de desarrollar su mandato democrático y ejercer su actividad en los foros propios de la vida política sino que de manera constante se enzarzan en una batalla judicial contribuyendo a colapsar, si es posible más, la ya de por si, saturada administración de justicia. A todo ello, se añaden los casos de corrupción política que invaden las instancias judiciales de todo el territorio nacional, y que muchas veces después de utilizar de manera exhaustiva todos los recursos judiciales disponibles, quedan impunes ,en la mayoría de los casos por algún defecto procesal.

La justicia, entendida como una de las premisas de nuestro sistema democrático consigue el fin contrario al perseguido cuando el modelo se ve saturado por un incremento constante de la litigiosidad. Sin negar la premisa, de que se debe facilitar el acceso a la justicia a todos los ciudadanos, dichas facilidades no pueden suponer una carga insoportable para el Estado, que nos conduzca a una justicia inoperante.

Entre las medidas que permiten esa “facilidad de acceso”, destaca la inexistencia de costas judiciales. En la actualidad existe una multiplicidad de litigios cuya temeridad no se ve sancionada con pena alguna, sobre todo en el ámbito contencioso-administrativo y en el ámbito penal, siendo evidente que si el ciudadano debe acceder de manera ágil a los tribunales debería ser una premisa inseparable del anterior, la necesidad de hacer soportar las costas de una utilización indebida de la justicia a todos aquellos litigantes temerarios.

Así de sencillo, el principio de justicia que debe imperar en todo el sistema judicial es que “el que pierde paga”. De este modo, la puesta en marcha del aparato judicial sin haber conseguido una sentencia estimatoria debería determinar la imposición automática de las costas judiciales, un hecho excepcional en casi todos los procedimientos.

En muchos casos esas costas deberá pagarlas la propia administración, y en otras debería aplicarse a aquellas conductas temerarias de quienes utilizan la justicia arbitrariamente. Y es que la constante judicialización de cualquier conflicto de la vida política y social y la utilización de la justicia con fines mediáticos y partidistas no contribuye sino a agravar el problema de nuestros tribunales. El que pierde debe pagar y nuestros políticos deben saber que acudir a los tribunales no siempre es “gratis”.

martes, 1 de diciembre de 2009

Carta a Aminatou Haidar

Señora. Aminatou Haidar

Estimada Señora,

Una visita de mis compañeros de Unión, Progreso y Democracia de Sevilla me ofrece la oportunidad de ponerme en contacto con usted en la huelga de hambre que viene haciendo para denunciar públicamente su situación.
En esta sociedad que vivimos, en que la imagen se ha convertido en el más acabado producto de la noticia del drama que se encuentra detrás de ella, la conmovedora visión de su figura en nuestras pantallas de televisión está acercando a muchas personas a la realidad de la situación que padece usted así como su pueblo, el del Sahara Occidental.
Tuve noticia de su decisión de iniciar una firme protesta contra las autoridades marroquíes y españolas el día anterior a la marcha que muchos afiliadps de Unión, Progreso y Denocracia hacíamos, junto con los simpatizantes de la causa saharaui, en el 34 aniversario de los vergonzantes “Acuerdos de Madrid” que darían cobertura a la ocupación por el reino de Marruecos del territorio de su pueblo. Algo en mi interior me decía que su actitud podria tal vez dibujar una especie de frontera, que como consecuencia de su resuelta posición existiría un antes y un después de ella. Un antes, definido por el olvido mayoritario por parte de la sociedad española respecto de la situación real de su pueblo; un después, que vendría determinado por un mayor conocimiento de esa realidad y la consiguiente reclamación de medidas para su solución dirigida por nuestra ciudadanía al gobierno español.
Nuestro partido acaba de celebrar su primer Congreso. Y debo decirle que, tanto la reivindicación de un Sahara libre como su situación han tenido una atención decisiva a lo largo de su desarrollo. Recibí al Ministro de la RASD, señor Salek Bopih, que se dirigió al Pleno de nuestra Asamblea y tuvimos la oportunidad de hablar acerca de la situación del Sahara y de la suya propia. En algún momento de nuestras conversaciones le dije al Ministro que el gobierno de Zapatero no cree en los principios, pero sigue muy de cerca las encuestas.
No sabe de principios. No quiere enterarse de la responsabilidad que tiene nuestro país por la situación que vive el pueblo saharaui desde hace 34 años y que es debida a la vergonzante claudicación española ante los intereses marroquíes. No quiere reconocer la responsabilidad jurídica y moral que tiene España con el Sahara por no haner culminado el proceso de descolonización a través de un referéndum de autodeterminación, como exigen las Declaraciones de Naciones Unidas, en procesos similares y en el saharaui en concreto.
No sabe de principios. Pero sigue con atención lo que dicen las encuestas. Y está siempre dispuesto a modificar sus errantes políticas si lo que en los sondeos de opinión se dice existe un desacuerdo con sus actuaciones.
Y yo tengo para mí, lo mismo que mis compañeros de UPyD, que su digna y fuerte decisión está conmoviendo ya a nuestros ciudadanos y les está llevando a preguntarse por la causa de las decisiones que viene adoptando el gobierno español y que ya nuestro partido ha denunciado como un “Guantánamo jurídico” en lo que se refiere a su situación de ciudadana sin garantías, varada en un aeropuerto español, separada de los suyos, marginada del conjunto de su pueblo…
Yo no puedo atreverme, señora Haidar, a hacerle ninguna recomendación. Tengo conocimiento de sus problemas físicos, que una huelga de hambre no podrían sino agravar. Sólo quiero manifestarle admiración y mi apoyo personal y el de mi partido, que estoy convencido que se une al de muchos cientos de miles de españoles en una cifra cada vez más creciente precisamente a causa de un gesto tan digno y valiente como el que usted está emprendiendo.
Me gustaría que recibiera en el afectuoso saludo que le dirijo a través de mis compañeros de Sevilla todo el ánimo que quiero transmitirle y la completa seguridad de nuestro apoyo a su lucha y a su causa. Que tenga usted la seguridad es también la nuestra.

Fernando Maura
Miembro del Consejo de Dirección de Unión, Progreso y Democracia. Reponsable de Política Internacional