lunes, 22 de marzo de 2010

María Tellewska

María Tellewska es una chica de algo más de 41 años cuyo recuerdo siempre me resulta grato. Sujeta a la vida como a una enredadera –parafraseando los bellos versos de Pablo Neruda-, María ha sido una mujer aventurera en estos tiempos en que se diría que las aventuras han desaparecido de la faz de la tierra. Su madre, que la conoce bien, y que me habla del Ángel de la Guarda que sin duda tiene su hija, le daba un billete con vualta abierta cuando ella marchaba a Uruguay en lo que suponía María podía ser un viaje sin retorno. Pero yo no la conocí en Montevideo sino en la casa de su madre en Madrid, cuando ella servía como portavoz en la misión que la Unión Europea tenía en Rafah, ese puesto fronterizo que jamás se abría al tráfico, entre otras cosas porque las mercancías y las personas pasaban –y siguen pasando, según creo- por los túneles que burlan alambradas y muros.
Visitaba la casa de su madre allá por los tiempos de marzo de 2.007, concluidas las elecciones generales que llevarían a Rosa Díez al Congreso de los Diputados. Debo decir que en esa época me encontraba desorientado: pocos meses antes había abandonado el escaño que había obtenido en las listas del Partido Popular vasco para afiliarme a UPyD y justamente el domingo anterior a las citadas elecciones fallecía mi única hija en un hospital de Bilbao, una niña que había vivido 20 años colgada a un aparato respirador en ese mismo centro sanitario.
María me propuso que la visitara en Jerusalén y este blog ha sido depositario de mis crónicas acerca de ese viaje. Diré ahora que fue para mí una experiencia inolvidable. Recordsbs con María aquella cristiana Armenia –madre de una amiga suya- que impedida de moverse de su casa en la parte antigua de la ciudad bíblica, y rodeada de las historias más crueles que se pueden vivir y aún de narrar, me miraba con gesto tranquilo y me decía:
- Siempre hay que mirar en la dirección de los que sufren más que nosotros.
Una nieta suya vivía una rara historia de amor por Internet con su novio, porque los intereses de los dirigentes políticos les impedían los visados que les posibilitarían el encuentro. Recuerdo que esa historia me pareció particularmente dura, pero las había peores sin duda, porque la muerte se encontraba presente en casi todos los episodios y generaciones de la familia. Hoy –me cuenta María Tellewska- se han casado.
Mi reencuentro con María, en la siempre grata casa de su madre, adquiere los tonos del recuerdo emocionado. Pero ya María no está en Jerusalén, la Unión Europea ha desmontado el puesto y sus efectivos se han dispersado en otras misiones. “¿Dónde estás ahora?”, le pregunto. “En Irak”, contesta ella.
Y me enseña las fotos de su residencia después de contarme el tipo de vida que hace. Podía haberme dicho que vive en una cárcel: un apartamento de 20 metros un patio de paseo, un bar con karaoke y la imposibilidad casi práctica de salir de su prisión salvo para acudir al aeropuerto y tomar un vuelo con escalas que la conducirá a Madrid –cuatro semanas de cada ocho- para no sucumbir de depresión. María es consultora para la embajada británica y quiere salir de ese pozo sin fondo, pero le piden que se quede. Sin familiares a su cargo, soltera e independiente es una bicoca para quienes aún mantienen tropas en la nación árabe. “La alternativa para los fines de semana es beber y cantar en un karaoke hasta las tres de la madrugada”, nos cuenta.
Vivimos en un mundo configurado por rejas. Cuba, por ejemplo –lo decía yo mismo ante las puertas de la embajada de ese país- lo es: los israelíes construyen un muro que los separa de los palestinos y ayudaron a construir otro de alambradas que recorre 2.400 km. entre el Sahara ocupado y Marruecos. Y por cada muro que cae se elevan decenas de enrejados de intolerancia y desatino. María Tellewska vive encerrada en uno de ellos. A ella le protege de las bomba y de los atentados. Pero a veces es igual, uno puede vivir con protección policial en las calles del País Vasco; pero tu vida se estrecha, se ve condicionada por los muros protectores de tu casa, de tu apartamento de 20 metros, de tu cárcel…
Y a esos versos de Kafka dedicados al pájaro que sobrevolaba permanentemente su jaula para volver a entrar en ella, quisiera este día de hoy hacer una llamada a la libertad y a la abolición de las cárceles, de esas que nos protegen a los hombres libres: ¿ingenua esta voz? Tal vez. Pero no por ello menos sentida.

1 comentario:

Sake dijo...

Ayer soñe que soñaba que era libre y mi cabeza miraba a traves de un ventanuco pequeño y lo que vi no me gustó y me acurruque en mi rincón pensando que quizás cuando amaneciera mi sueño fuera sólo una pesadilla y nada más.