jueves, 17 de marzo de 2011

Un Consejo que son dos

El primer Consejo de la Unión, correspondiente al mes de marzo del año actual, puede ser descrito con el título que menciona este comentario: la mañana servía para una cosa, la tarde para otra.

Por la mañana, el Consejo debatía, a propuesta francesa, la situación que se vive en el norte de Africa y las propuestas que la Unión Europea debía debatir en ese marco. Es verdad que, una vez más la política comunitaria había dejado escapar la oportunidad de dedicar su atención a uno de los espinosos asuntos que se le presentan de tanto en cuanto. Y es que un elenco de países –que luego compondrían el acuerdo que después de muchos años se ha venido en denominar con el pomposo nombre de Unión- cuyo nexo de relación básico, además del geográfico, lo constituye su compromiso con la democracia y las libertades, asistía impasible al desmoronamiento de unos regímenes dictatoriales como los de Túnez y Egipto y corría el peligro de aceptar la guerra civil que va camino de transformarse en el genocidio del pueblo libio sin esforzarse en absoluto en su soluciçon. Pero tampoco deja de ser cierto que España perdía la oportunidad de marcar paso propio convirtiéndose en la convocante de la reunión matutina, dejando que Francia asumiera el protagonismo. ¿Carencia de equipos que trabajen los dossieres que nos interesan como país? Seguro que sí, aunque yo tengo para mí que últimamente, y en especial desde que Zapatero descubría que existía crisis, que esta no era pasajera y que requería para evitar la catástrofe de la solidaridad europea –en general- y de la alemana –en particular- que el gobierno español actúa en los foros europeos como el componente de una cuadrilla de amigos que acepta, por la fuerza de los hechos, la protección del más poderoso de ellos, transformando su concurso al grupo en una aceptación permanente de los designios del jefe. Del jefe primero –Angela Merkel- y del “vice-jefe” –Nicolás Sarkozy.

Y la cumbre de la tarde se refería al plan de competitividad franco-alemán –lo que no deja de ser un eufemismo, porque no se trata sino de un plan alemán al que los franceses han debido prestar su aquiescencia-. Contaba su debate con la pretensión del presidente del Consejo, Van Rumpuy, para que el debate definitivo del 25 de marzo tenga un apoyo generalizado y ofrezca un mensaje claro a los mercados compradores de deuda soberana de los países miembros. Se produce por lo tanto una recuperación del discurso comunitario, lo cual convenía al gobierno español, que ya había aceptado el más duro proyecto alemán.

Había sin embargo un nubarrón que evidenciaba la posibilidad de una tormenta en ciernes sobre el panorama de la cumbre. Y es que Durao Barroso, consciente de que la Comisión había perdido la iniciativa a favor de Alemania, pretendía recuperarla a través del procedimiento de introducir en el mismo saco el caso portugués y el español y presentarlos como un caso ibérico al que los restantes países deberían ofrecer respuesta. Eso a España no le interesaba, pero tampoco a los alemanes, que prefieren comerse las salchichas una a una a zampárselas todas de golpe.

Y Zapatero viajaba a Bruselas dispuesto a aceptar todas las condiciones que le impusiera Merkel, con tal de ponerse bajo su paraguas. Incluso si las condiciones requieren nuevos ajustes para el futuro, ¡todo sea por llegar a marzo de 2.012 con un gobierno soportado por la misma mayoría parlamentaria!

El compromiso que surge de esta cumbre es que se flexibilice el proyecto inicial, en aras a que se logre un consenso el 25 de marzo, cuyos flecos ya se están cocinando por los técnicos. Y los parámetros de esta flexibilidad consisten en que en la definición de competitividad figuren los tipos de cambio reales y la evolución de las exportaciones. Y –tan importante como eso o más- introducir una gradualidad en la aplicación del pacto, en especial en lo que se refiere a la austeridad en el gasto de las CCAA –época electoral manda- y las prestaciones al desempleo. Todo lo cual nos puede llevar a retrasar –ergo no cumplir- las condiciones de déficit.

Se trata no sólo de ampliar el fondo de rescate a los consabidos 440.000 millones de euros, sino a que las condiciones de devolución se parezcan más a las de los préstamos del FMI. O sea, un crédito más barato.

Pero tampoco es que el panorama esté totalmente despejado para España. Entre sus nubarrones está la diferente estimación que hace nuestro Banco central respecto del coste del rescate de nuestro sistema bancario y su financiación -¿se hará por el mercado, por el FROB, cuánto costará realmente?

Y está la “amenaza Merkel”. Dicen los corrillos que la canciller alemán le ha dicho a su homólogo español que ella es la “cara amable” de su país, que si no cumple con lo que ella le pide vendrán los ortodoxos de verdad, y esos sí que son para ponerse a temblar.

Esos mismos corrillos aseguran que Zapatero se ha quedado muy pensativo con la indicación.

1 comentario:

Sake dijo...

Zapatero se queda pensativo, pero tengo la sensación de que Zapatero hace como que piensa pero el pobre no tiene nada en la cabeza.