jueves, 1 de septiembre de 2011

Intercambio de solsticios (229)

- De modo que no pasaría mucho tiempo para que Raúl Jiménez, el hermano mayor –proseguía equis- llamara a su otro hermano. La cita con el detective estaba lista. Se reunirían en su despacho tres días más tarde. No te vayas a pensar que el sabueso –dijo equis introduciendo una especial parsimonia a su siguiente reflexión- era uno de esos que salen en las películas, los españoles son eso, españoles…
- Ya supongo –dijo Brassens esbozando una sonrisa. Seguramente que equis era bastante más peliculero que él en lo que tocaba a esa profesión.
- Bueno, pues Jaime Nogales era un sujeto valenciano, que tenía el acento profundo que tienen las gentes de esas tierras. Un tipo enjuto, más bien larguirucho que meditaba cada una de sus palabras. Yo creo… que más que valenciano podría ser catalán, porque parecía que todo lo que hacía costaba dinero.
- Pero supongo que un buen detective –inquirió Brassens.
- ¿Nogales? –preguntó equis como si no supiera que estaban hablando de él-. Bueno, yo no lo conozco, pero estoy convencido de que sí. Un buen profesional. Venía de la policía, de la que se había retirado a tiempo para no malvivir o corromperse, que son las dos únicas opciones que tienen los policías, especialmente la segunda, si son tipos listos. Se retiraba –repitió equis observando ahora significativamente a su interlocutor-, pero manteniendo todos sus buenos contactos con sus antiguos compañeros.
- Eso también sale en algunas películas… -objetaría Brassens irónico.
- Hay películas que están bien documentadas –concedió equis sin darse cuenta, al menos en apariencia, de la doble intención que había en las palabras de su amigo.
- Vale. Sigue –le animaba Jorge.
- El caso es que sentaban en la sala de reuniones principal de Raúl Jiménez, abarrotado de papeles, porque el socio de este acostumbraba salir de su despacho, contiguo a la sala, porque los documentos atiborraban ya el suyo. Es seguro que si tuvieran una segunda sala de reuniones, el socio de Raúl la ocuparía también.
El silencio de Brassens era más que expresivo: los prolegómenos de la escena se estaban dilatando en exceso.
- Después de las presentaciones, fue Leonardo quien, animado por su hermano mayor, daría comienzo a la narración. Volvería a la primera conversación: la habida con el primo de los Jiménez, Salvador de Vicente, su comentario con el otro primo “de Vicente”, Pablo, que le había puesto los pelos de punta…
- “¿Desconfiaba?”, le preguntó el detective.
- Más que eso. Yo creo que ocultaba algo, aseguraría Leonardo Jiménez.
- Supongo que es eso lo que queréis investigar, avanzó el detective.
- No. Queremos saber otra cosa, de momento, negaría Leonardo.

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