viernes, 7 de octubre de 2011

Intercambio de solsticios (250)

Leonardo Jiménez observaría –continuaba equis- que su hermano Raúl había agregado al informe del detective un papel que este había obtenido procedente de Internet. Este se refería a la sociedad empleadora de la secretaria de Juan Carlos de Vicente en los siguientes términos:
- En una determinada fecha del año ’91, se producía la “adaptación de Sociedad. Revocación Administrador”. Aquí –señalaba equis- aparecía el nombre de la esposa ya fallecida de Juan Carlos, base de la fortuna de este. “Nombramiento de Administrador único, Santos de Vicente”. El hermanísimo –añadía equis con un gesto sarcástico-. Y no bastaba con eso –decía equis-. También se producía el cambio de domicilio social de la empresa. Precisamente el correspondiente al propio Santos.
Con la misma fecha de inscripción del documento anterior, el registro daba cuenta del nombramiento como apoderado de Juan Carlos de Vicente.
- Esto no me parece extraño –diría Leonardo a su hermano, quien atento a sus trabajos profesionales le observaba con un gesto que no expresaba ninguna sensación.
- Pues a mí tampoco –dijo a equis a su vez Brassens.
- Continúa leyendo -respondía equis con una amplia sonrisa.
Pocos meses después aparecía una nueva inscripción en el registro. Se trataba de una importante ampliación de capital por la que la sociedad pasaba de unos 50 millones de pesetas. a casi 300 millones.
Nueve años después el registro informaba de la reelección como administrador único de la sociedad de Santos de Vicente.
Me dirás que eso tampoco es extraño –declaró equis.
Desde luego. Eso sólo significa que la confianza entre el hermano mayor y el menor subsiste. Y eso parece que estaba claro de la historia que me has contado hasta ahora.
- Sigue leyendo –repuso con gravedad equis.
Año y medio después, ya en el año 2.003, el registro daba noticia de la ampliación del objeto social, que a partir de ese momento incorporaría la “prestación de servicios de asesoramiento”.
Un tanto aburrido por lo que consideraba una sucesión de asientos que apenas suponían nada, Jorge Brassens seguía leyendo.
Alguna información, siempre procedente del registro, situaba el capital social de la empresa –y desembolsado- en más de cuatro millones de euros, cifra bastante mayor que los 300 millones de pesetas que aparecían en la última información.
- ¿Y esto es todo? –preguntaría Brassens.
- Es la misma pregunta que, por lo visto, formularía Leonardo Jiménez –contestaría equis.
- Aquí no veo más.
- Bien. Recapitulemos lo que había entre manos –dijo equis con el gesto serio.

No hay comentarios: