jueves, 3 de noviembre de 2011

Intercambio de solsticios (262)

- Bueno. No te vas a creer lo que le dijo Francisco de Vicente a su hermano Salvador –anunciaría equis con una significativa sonrisa.
- Pero bueno, ¿qué era eso? –preguntaría nuevamente Brassens.
- Pues que no tenía apenas importancia lo de los robos de María, la secretaria del tío Juan Carlos –explicaría por fin equis.
- ¿Qué no la tenía? –protestó Jorge-. ¿De modo que no es importante tener a una secretaria que te lleva casi todos los asuntos, que hayas contratado a su marido en una empresa de la que eres consejero, y que te robe?
Equis asintió y se tomaría su tiempo antes de contestar.
- Yo soy de tu mismo parecer –dijo equis después de su voluntario paréntesis-. Lo mismo que lo eran los hermanos Jiménez, que se miraban atónitos. Cierto es que un poco menos Raúl, a quien esa larga semana de trabajo le tenía poco menos que anulado.
- No lo entiendo –seguía Brassens.
- Hay que explicar que Francisco de Vicente había contraido, tiempo atrás, un matrimonio muy ventajoso con una chica a la que seguramente no adornaban demasiados encantos, pero sí el de que su familia había realizado una transacción extraordinariamente positiva desde el punto de vista económico… -dijo equis.
- ¿Y eso sirve como explicación? –preguntó Brassens.
- Supongo que para él era más que suficiente. En el fondo, en el fondo –dijo pensativo equis- el tío de los Jiménez y de los de Vicente era poco menos que un sujeto al que heredar, poco más. Y existía además una rama de la familia que había obtenido una ventaja en la carrera, que no era ninguna de las dos representadas en aquel momento en aquella oficina.
- Y como Francisco no pensaba en heredar ni tenía gran necesidad de ello… -avanzó Brassens.
- … No quería ni enterarse de lo que se estaba haciendo en esa casa –dijo equis completando la frase.
- O sea, que las instrucciones que había transmitido a su hermano Salvador eran poco menos que lo que se imponía era mirar hacia otro lado… -resumiría Brassens.
- Eso mismo –concluiría también equis.
- ¿Y en qué quedarían?
- Bueno. Supongo que ha quedado claro que la reunión no resultaría grata para ninguno de los tres –refirió equis-: para los Jiménez, porque esperaban otra cosa de la rama de los de Vicente; y para Salvador, porque esperaba desembarazarse del asunto.
- Y del pago por los servicios del detective –agregó Brassens.
- Bien visto –asintió equis.
- Bueno ¿y qué? –inquirió nuevamente Brassens, a quien equis le parecía un tanto exhausto en aquel momento de su narración.
- Sólo quedaba un turno para la filípica –afirmó resuelto equis, quien volvía por un tiempo a su ritmo inicial de explicación.
- ¿La filípica? –preguntó Brassens.

No hay comentarios: