martes, 15 de noviembre de 2011

Intercambio de solsticios (268)

Cristino Romerales era todo un mar de dudas en aquella madrugada. Solo al frente del puente de mando. Las dos y media y se le acumulaban los problemas. No contestaba el cabrón ese de Cardidal de Chamartín; no estaba organizado todavía el asunto de los todo-terrenos y, para colmo de males, se había comprometido con su amigo Jorge Brassens a salvarlo de su media reclusión... o entera.
Pero aún le quedaba toda esa larga noche por delante. Una noche en la que, a lo mejor, podía resolver algo, aunque le daba la impresión de que nadie estaba localizable. En ese Chamberí de 2.013, las comunicaciones eran aún, más que primitivas, antediluvianas. De modo que quizás se tendría que hacer con las direcciones de los objetivos a quienes debería conectar y visitarlos a todos. Al fin y al cabo… tenía toda esa jodida noche por delante.
Sabía Romerales que lo más importante era organizar la acción de los “nuevos geos” sobre la aparente fortaleza en que se había convertido Chamartín, pero también conocía perfectamente que no debía aparentar indiferencia ante la falta de contestación por parte de Cardidal: podrían pensar que efectivamente estaban preparando algo y defenderse de alguna manera; no existe enemigo fácil, reflexionaba.
Así que marcó nuevamente el teléfono rojo. Al otro lado del “talkie” estaba la despachada rubia, a la sazón prima del Consejero de Interior.
- ¿Qué pasa? ¿Es que no podéis dormir esta noche? –preguntó con su habitual cuajo.
- Tampoco tú, por lo que veo –contestó Romerales con la mejor ironía de que disponía.
- ¿Quieres hablar con Leoncio?
- Si se puede…
- Espera…
Fueron unos segundos largos. Pero esta vez no le había dicho que su jefe-primo no estaba cerca: los autores del golpe de estado contra Martos apenas podían haber disfrutado de los oropeles de su acción.
- Díme –sonaría finalmente la voz de Cardidal.
- Espero que seas tú quien me digas algo –sugirió Romerales.
- ¡Ah, bueno! ¿Te refieres a lo de tu amigo, el saharaui este… cómo se llama?
- Supongo que a las alturas de la noche en que nos encontramos lo sabrás mejor que yo… -repuso Romerales.
- No sé muy bien a qué te refieres, Cristino. Lo he preguntado por aquí y me dicen que no saben nada.
- Está bien. Tomo nota –contestó Romerales.
- ¿Y qué quieres decir con eso? –preguntó Cardidal un tanto mosqueado.
- Nada. que tomo nota de que el responsable de interior de la Junta de Chamartín afirma que mi número dos, Sidi Ben Bachat, por si se te ha olvidado su nombre, no está detenido ni retenido en alguna de vuestras comisarías –contestó muy lentamente Romerales, regodeándose en la pronunciación de cada una de estas palabras.

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