miércoles, 7 de marzo de 2012

Intercambio de solsticios (332)

- ¿Sí? –preguntó Vic Suarez, la expresión contenida.
- Soy Francisco de Vicente, Vic. ¿Dónde estáis?
- ¡Me habías dado un buen susto, Paco –contestó la aludida-. ¿Es segura esta comunicación?
- Supongo que sí. Por lo menos es lo que me ha asegurado Cristino… aunque, en estos tiempos que corren, no hay nada que sea seguro.
- ¿Y dónde estás tú, si se puede saber?
Precavida, Vic Suarez sólo quería asegurarse de la situación.
- En el portal de tu casa.
- Ya. ¿Y no notas nada raro?
- Aquí no hay ningún movimiento –dijo Francisco de Vicente. Y después de cerciorarse, efectuando otro breve reconocimiento visual, dijo-: No hay nadie.
- Pues a nosotros han estado a punto de detenernos… Pero, supongo que debemos actuar con prisa –dijo con su resolución acostumbrada-. ¿Qué instrucciones tienes?
- Llevaros a Chamberí. ¿Qué tal está mi primo?
- Agotado. Pero supongo que podrá resistir el viaje.
- Bueno.
- Tienes que bajar por el Paseo de la Habana, y una vez que hayas dejado atrás la plaza de los Sagrados Corazones, me vuelves a llamar.
- OK. No me esperéis en el portal…
- Desde luego.

Anabel Rojo dio un buen sorbo a su cola con ron antes de preguntar.
- ¿Quién era?
- Paco de Vicente. Un primo de Jorge. Es médico y el Consejero de Sanidad de Chamberí –contestó Vic.
- ¿Viene para aquí?
- Eso me ha dicho –asintió Vic. Que ya se había puesto de pie y zarandeaba a su marido-. Tengo que reanimarlo.
Jorge Brassens contestó a los movimientos de su mujer con un gemido que paecía no proceder de su organismo.
- ¡Cariño! ¡Despiértate! ¡Nos tenemos que marchar!
- Me parece que a este sólo le levantas para llevarle a la cama… -dijo Anabel con tono juicioso.
- ¡Pobre! Le voy a dejar que duerma hasta que llegue Paco.
- Está bien. Así me cuentas el resto de la historia.
- ¿Y dónde estábamos?
- En que te fuiste a Chamberí, a ver a ese Romerales…
- ¡Ah, sí! Tuve algún percance, pero conseguí llegar… el caso es que perdí el coche a la altura de la embajada de los Estados Unidos. Y luego no lo recuperé. Volví a casa con el número dos de interior de Chamberí, los de Cardidal lo detuvieron y nosotros conseguimos escapar… Eso es todo, más o menos.
- Lo has contado muy deprisa. Pero supongo que ya me lo dirás más despacio en otro momento –repuso quejosa Anabel.

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