jueves, 24 de mayo de 2012

Intercambio de solsticios (366)

Hoy la visitamos su madre y yo. Está encantadora, aunque, en su afán obsesivo por el orden quiere que me lave las manos, que cierre la puerta de su armario que Lorsen ha dejado abierta. Y me entrego a una difícil, por lo injusta que resulta casi siempre, reflexión sobre la persona de la que Pilar ha heredado esa característica. Y como conclusión eventual creo que mi mujer es una mujer obsesiva donde las haya, pero en cuanto al orden se refiere, eso es algo acerca de lo que no podría negar mi paternidad. Salimos del hospital, a la busca de un ejemplar de “El País” del día, y nos encontramos con Celia, una de sus visitadoras habituales, que está casada con un ertzaintza que sufre de frecuentes procesos de depresión. Pero últimamente Celia ya no va a ver a Pilar. Y es que la niña la rechaza siempre. Y Lorsen arriesga una interpretación, seguramente adecuada: Pilar se aburre de las personas mayores, pero no se lo dice a Celia, por supuesto, que se amarga por no poder hacerle la vida feliz a nuestra hija; acaso porque Pilar le hace desgraciada a base de pedorretas y de rechazos. El universo de los niños es muy cruel en ocasiones; ellos viven un mundo tan suyo, tan propio, que las sensaciones de los demás les son indiferentes si no les resultan explícitas, si no se les llama de una forma directa a su sensibilidad, si no se les llama la atención sobre los efectos que su conducta producen en los otros. Pero las personas mayores no somos muy diferentes a los niños, pero nos vamos acostumbrando –lo queramos o no- a a que la convivencia está hecha de cesiones, que nada nos es dado definitivamente. La vida es un roce permanente, redondea las aristas, nos hace más comprensivos, aunque bastante menos espontáneos. Celia también evoca en nuestros oídos un asunto de enorme preocupación para nosotros; el posible traslado de Pilar al sanatorio de Górliz. Es fama que el nivel de desatención con que cuenta ese establecimiento es notorio, especialmente en comparación, desde luego, con la UCI. Los enfermos se encuentran bastante solos y muchos de ellos son ya ancianos. Nuestro temor es que Górliz sería el principio del fin para Pilar. Pero la niña ya va siendo una mujer y los cuidados médicos que se le apliquen no pueden por mucho tiempo más ser calificados de pediatría, así que en algún momento alguien tomará una decisión de parecido orden.

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