viernes, 31 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (435)

Amor egoísta Amar así es egoísta Desear tu felicidad Más cerca de mí De manera, Que si vuelas libre Me preocupa Que encuentres A otro alguien Y me pidas Que me aleje De ti. Por lo que diría Que me siento Util en tus tristezas Península de tierra Que te separa del mar -De las inseguridades Que vienes intuyendo Cada vez más grandes-. Y me gustaría más Alcanzar la certeza De que me quieres un poco Como yo te quiero a ti Y así cuando Te dé por volar libre Sepa que siempre volverás Del agua, del aire, A la tierra... conquistada. Bilbao, abril de 2.008

jueves, 30 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (434)

La ahogada voz de Juan Carlos Sotomenor surgía de entre las oscuridades de esa noche: - Soy yo. Vuestro jefe... Pero Sidi Ben Bachat tenía muy claro desde hacia tiempo lo que haría en esa ocasión. Había quitado el seguro al revolver de su homologo en Chamartín y sin pensárselo dos veces aplicó el cañón a la cabeza de Sotomenor e hizo fuego. Antes de caer, como un guiñapo, al suelo un chorretón de sangre golpeó al saharaui en la cara. Su ojo izquierdo quedaba por un momento cegado y por su boca penetraba el sabor dulzón de su flujo. No, no era helado como un témpano de hielo -según aseguraban propios y extraños- estaba caliente; pero, como era de esperar, sabia repugnante. La voz de Sotomenor y el inmediato disparo produjo un instante titulada entre los agentes de Chamartin. Pero no duraría mucho: las armas de los esbirros de Sotomenor empezaron a producir su correspondiente y furiosa respuesta. Bachat comenzó a correr hacia la calle Agustín de Foxá. Pero no tuvo suerte: alguno de los disparos impactaron sobre los distribuidores de la gasolinera, devolviendo el metálico sonido característico. Sin embargo, fue tal la ensalada de fuego a discreción que un disparo, al menos, produjo, primero, un incendio, que aclararía la noche como el relámpago de una tormenta; y, décimas de segundo después, una fuerte explosión. Antes de que llegaran los policías, los cuerpos sin vida de Bachat y Sotomenor eran pasto de las llamas y solo algún movimiento espasmódico en el organismo del segundo revelaba la presencia de los estertores finales de aquel hombre que siempre había combatido por la libertad, hasta dar su vida por ella, en un país que al cabo nunca había sido el suyo, un país que además había abandonado a su suerte los destinos de su pueblo. Los hombres de Romualdez habían llegado ya a los aledaños de la sede de Chamberí. Situados a un costado del principio de la calle Génova, a dos pasos de la antigua Audiencia Nacional, y semiamparados por las cornisas de la ya desaparecida cafetería Riofrío, Celestino susurraba a sus gentes: - No veo que se mueva nadie por ahí, pero es seguro que están... - ¿Nos están esperando? -preguntó el que tenía forma y maneras de orangután desarrollado. - A nosotros desde luego que no -repuso Romualdez-. Otra cosa es que esperen a que los de Chamartín hayan llegado. Pero creo que no. Parece que no hay demasiado rastro de batalla reciente por allí. - ¿Y qué hacemos, jefe? - Vamos a avanzar hacia la sede de Chamberí por las calles de atrás. Entraremos en Génova por arriba y así es posible que los sorprendamos -dijo. De modo que el grupo de Romualdez regresaría a la Castellana para realizar la operación ordenada por su jefe. - ¿Y qué hacemos ahora? La visión era terrorífica: los dos jefes de policía de los distritos vecinos yacían muertos en medio de un colosal incendio que desintegraba sus cueros a una velocidad de vértigo. La columna de fuego seria visible en todo Madrid y la explosión habría sido percibida mucho más allá de los estrechos limites del distrito de Chamartín. - Los dejaremos aquí, de momento. A lo mejor las llamas se encargarán de convertirlos en polvo... -repuso el conductor del coche de Sotomenor, y que se había erigido como el jefe de la operación. - Sí. Estoy de acuerdo. Yo no estaba ahora por ocuparme del entierro...

miércoles, 29 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (433)

Pedía a continuación Raúl Brassens la guardia y custodia de Susana que -siempre, según alegaba en su contestación a la demanda- esta había pedido a su padre, dada la actual relación que su madre mantenía con Pachito, con el cual la niña no quería convivir. Se explayaba después el escrito en las circunstancias de dicha relación, concluyendo que la misma constituía una imposición a Susana y que además no beneficiaba en nada al interés de la niña. Si la petición -de guardia y custodia- no fuera concedida, subsidiariamente solicitaba el régimen de una custodia compartida entre los dos cónyuges, en dos periodos alternos -de febrero a julio y desde agosto a enero-, manteniéndose la hija en el domicilio conyugal, de modo que serian sus padres quienes entraran y salieran del mismo. En cuanto se refería al capítulo de alimentos de Susana, la contestación hacia una estimación de gastos de colegio, transporte escolar y seguro medico, redondeando al alza la cifra resultante. Del mismo modo estimaba los gastos por suministro en la vivienda familiar, que resultaban en una cifra inferior a la que Raúl Brassens pagaría por alimentos de la niña. Y concluía que, si la custodia resultante de la sentencia fuera compartida, no se a abonaría pensión por alimentos, de forma que cada uno de los cónyuges pagara su manutención cuando su hija estuviera en su compañía. Y la contestación entraba en lo que era el caballo principal de batalla de Raúl Brassens, el punto relativo a la pensión compensatoria. En ese aspecto el texto redactado por Jacobo Cobo era taxativo: no correspondía la misma. ¿Su justificación?, que no estaba acreditado que el divorcio producía en ella ningún desequilibrio. En la demanda, Paula pretendía que había abandonado su anterior trabajo en Argentina al iniciar su convivencia con Brassens. Cobo alegaba que el documento que decía probarlo no proporcionaba dato que hiciera fe de dicha situación en cuanto a su procedencia o en cuanto a la exactitud de su contenido. Y seguía la contestación a la demanda afirmando que la argentina ejercía una actividad comercial -su tienda de ropa-, a través de una sociedad en la que ella ostentaba una participación del 95%. La mención de las ventas que hacia el escrito del abogado de Brassens superaban en el año 2.010 la cifra de 135.000 euros. Y, si bien la porteña declaraba perdidas en esa negocio, aseguraba Cobo que su valor era meramente contable, ya que resultaba imposible realizar un control fiable en ese tipo de comercios. En ese sentido alegaba que en la declaración que hacia la porteña en su IRPF del año 2.008, esta declaraba unos ingresos superiores a 100.000 euros, que se convertían en algo por encima de los 118.000 en el ejercicio siguiente. De lo cual, infería la contestación a la demanda, que una vez liquidada la sociedad de gananciales, Paula podría seguir realizando su actividad económica. Unía también a ese punto Cobo, el devengo por el alquiler de la hamburguesería, por el que cada uno de los cónyuges seguiría percibiendo al cantidad de 800 euros al mes.

martes, 28 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (432)

En la noche de hoy En la noche de hoy, Después de hablar contigo, Proclamo: Que ya ha pasado el mejor momento del día, Pero me queda, El sabor largo de tu encanto, Y tus palabras de campanillas, -Una música de violines tenues- De manera, Que mi sueño será tu danza. "Empieza un año maravilloso" Me dices, pero no dices "Para los dos", Quizás por no decir "Para nosotros" Y yo me hago la ilusión De que es posible esa palabra; Y me pongo a pensar, En la vida de "nosotros" Pero soy un mal negocio, "baby". El "comecocos" me roe por dentro Y asoma a la vista sus victorias Que al cabo son mis derrotas. ¿Pero para qué decírtelo? Esta noche, mañana Y matar así la ilusión. . Prefiero pensar Con el agua de la ducha, Que aún queda por vivir Ese nocturno de palabras De los minutos mágicos A los que me aferro, Porque advierto en ellos La cálida cualidad de la esperanza Y aventuro que sin ellos Esa mi noche devenida oscura Contamine el conjunto de mi día Bilbao, enero de 2.008

lunes, 27 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (431)

Emergía de repente una figura bajita y rechoncha por entre los cubículos de la recepción de Chamberí. Estaba armado y usaba de un afable caminar sanchopancesco unido a su expresión simpática. Fue este sujeto quien advirtió la presencia de Jorge Brassens entre ellos. - ¡Tú por aquí! -exclamó. El aludido lo observó detenidamente. Sí. No podía ser otra persona. - ¡José Ladrón de. Ajanguiz! -exclamó Brassens a su vez-. Si no llegaras a existir entre nosotros te habríamos tenido que inventar. ¿Pero no estabas en Palencia, con tus damnificados por la explosión de gas? - ¡Ja! Ya se ve que hace tiempo que no hablamos, tío -dijo el aludido, entre divertido y sarcástico-. Ya sabes que lo que a mí me gusta es la bulla, camarada. De modo que me planté en Madrid. Y como tengo conocimientos de la técnica del disparo, por la caza menor, ya sabes, me captó Damián Corted paa esta operación. - Pagado, supongo. - Tarde, mal y, a veces, nunca. Como también sabes, nunca he tenido mucha suerte con los negocios... - Ya. Y habéis venido a repeler la agresión contra Chamartín... -avanzaría Brassens. - ¡Yo no sé nada, tío! -exclamó José Ladrón de Ajanguiz con expresión indiferente-. A lo mejor de esta salgo con una buena chuleta en la trípa... ¿Qué más podemos pedir en esos tiempos! - ¿Y Damián no te ha explicado nada de lo que venias a hacer aquí? - No. Solo me dijo que reclutara a unos hombres y me los llevara con él a esta sede, que después nos darían instrucciones... - ... instrucciones como dejar frito a tu amigo y a su mujer, por ejemplo -dijo Brassens con un punto de amargura. - ¡Coño. Erais vosotros los del coche, claro! - Que yo sepa no ha venido nadie más esta noche. - ¡Qué cabrón! ¡Nos había dicho que llegaba el enemigo! ¡Y, claro, yo no sabía nada! Indignado como estaba Ladrón de Ajanguiz empezaría a girar sobre sus pies. - Le voy a decir un par de palabras a ese tipejo... - No. No vas a hacer nada de eso -repuso Brassens con firmeza-. Me has dicho que los hombres no son en realidad de Corted, sino tuyos... - Así es. Y les he ordenado a que disparen sobre vosotros -dijo Ladrón de Ajanguiz con gran pesar. - Pues asegúrate de que te sigan obedeciendo. Seguramente que eso va a ser fundamental para que pasemos todos de esta noche. - De eso no te preocupes, Jorge. Déjalo en mis manos. Y entonces giró sobre sus pasos hundiéndose en el interior de la sede. - ¿Qué vas a hacer? -le preguntó Brassens - Asegurarme de que no se va a mover nadie.

viernes, 24 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (430)

Y la contestación a la demanda de la argentina continuaba refiriéndose al capítulo de los vehículos. Y aseguraba el escrito de Cobo que Paula omitía en su alegato que, de los tres vehículos utilizados por la "unidad familiar¡, dos de ellos -los todo-terreno- lo estaban a nombre de ella y solo el tercero a nombre de Raúl. Desmontaba el escrito del representante legal de Brassens que el capítulo de ingresos de este tuviera una mayor entidad que el sueldo mensual que percibía de su actividad profesional. La argentina había realizado un calculo que excedía en un orden del 30% de la remuneración adjudicada a su todavía marido en su empresa. Añadía a ese concepto Cobo, la supuesta "fantasía" de la porteña al atribuir beneficios extraordinarios de Raúl, que no estaban acreditados de ninguna de las maneras. Y Paula pretendía que de esa supuestamente magnifica situación económica de su marido se derivaban los viajes que la pareja en compañía de su hija realizaban a Argentina. Era cierto que dichos viajes habían quedado suspendidos, -seguramente que debido a la distancia de la pareja, en especial de la que producía la porteña en relación con su marido a partir se la nueva relación con Pachito y no de la falta de recursos de su marido-. En todo caso, los únicos viajes que realizaban eran los desplazamientos a la localidad catalana y durante la temporada de aciones estivales. Señalaba la contestación también que, de los dos prestamos hipotecarios constituidos por el matrimonio, el de su vivienda se había cubierto a través de la venta de un inmueble adquirido con dinero privativo de Raúl Brassens, circunstancia que -aseguraba el escrito- conocía la demandante. Y que el crédito que pagaba el local comercial en el que Paula desarrollaba esta actividad seguía devengando una cuota mensual algo superior a los 400 euros. Una de las argumentaciones capitales de la aún señora de Brassens era que su marido disponía de alguna cuenta en el extranjero, supuesto que Cobo desmontaba de modo contundente. En su confusión, a la que se sumaba su ausencia de datos concretos, había incorporado a su demanda la argentina unos seguros de vida contratados a favor de la hija de Raúl, habida en el primero de sus matrimonios. Lo que sí incorporaba este en la contestación a la demanda era el contrato de alquiler que satisfacía Brassens a su hija de un apartamento en Londres. Y lo que también alegaba Brassens era que, del negocio que regentaba su mujer, nada se había entregado a la sociedad de gananciales por parte de esta.

jueves, 23 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (429)

Dos manos Pudo ser una noche funesta, Como cumpliendo con un rito -Artificialmente, Sin poner en eso Ninguna pasión, Ajeno además al cariño Que ponemos en esas ocasiones- Coloqué mi mano sobre la tuya Mientras que dirigía Mi corta mirada Hacia la pista de baile Y tú no moviste Siquiera un músculo. Entonces retiré mi mano Y te hablé de política -De una cosa cualquiera, Por lo tanto. ¿Cuánto tiempo pasó Hasta que, de repente, Te llamaba todas las noches Y te mandaba mensajes por la mañana? ¿Dos años Que transcurrían A la distancia De dos amigos Que pueden ver pasar Más de 400 horas Sin llamarse, Y apenas se recuerdan? Pero aún no tenía tu permiso Para esta serenata De llamadas Y mensajes Y te lo pedí. Estábamos Sentados en tu coche Junto a la casa de mi hermano. Te alegraste de la pregunta Y me ofreciste tu consentimiento. Entonces yo te apreté La mano Con la alegría Del que no se siente Rechazado, Quizás. Cerraste un poco tus dedos, Y en la oscuridad de la noche Tal vez Me ofrecieras La más cariñosa De tus sonrisas. Bilbao, febrero de 2.008

miércoles, 22 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (428)

Eran dos los coches, en efecto. Había enviados tomar el distrito de Chamberí a tres de sus vehículos -incluido el suyo propio- y solo regresaban dos. ¡Y sin haber completado la operación! ¡Desaprovechando además el efecto sorpresa con que él, Juan Carlos Sotomenor, había contado. En realidad, El jefe de la policía de Chamartín no sabia muy bien qué hacia en aquel infecto Madrid -ni siquiera, la gran urbe, sino un de sus barrios, por más distinguido que este fuera-. Él, que nunca había querido salir de Bilbao, salvo pata sus vacaciones por Pedernales, desde luego. Él, un producto de las pudientes clases medias bilbainas, hijo de oculista de prestigio, abogado en ciernes en despacho prometedor -aunque su titular corría hacia los brazos de una joven amante- y se tenía que dedicar a la política, único desembarco airoso que le quedaba, a él y a Leoncio Cardifal, que se llevaba la parte del leon en la primera tajada. Pero Sotomenor no, él era el hombre que sabia medir las distancias, guardaba un silencio sepulcral que algunos identificarían con la más simple carencia de ideas. Pero no era así. En realidad, lo que estaba haciendo era asegurar la jugada, generar confianza, conseguirla él mismo, y así su dentellada seria implacable. Podía haberse refugiado en Pedernales cuando estallaba la crisis. Pero a nadie confiaba en nadie en aquel profundo Pais Vasco que, nunca como antes, podía haberse llamado "Pais Asco". Y es que los indignados vascos eran también un cruce pavoroso entre la anarquía y la radicalización independentista de Baasuna. "Dios los cría..." Y la sede del PP fue la primera de España en ser desarticulada por las turbas. A punto estuvieron de cogerlos y ejecutarlos junto a la otrora sombra protectora del Sahrado Corazón. Así que corrió hacia ña estación, pidió a su mujer que protegerá a sus hijos en algún lugar y huyó, como-un-conejo hacia Chamartín, de donde no había vuelto a salir. Amparado en un principio por la mala memoria de Jacobo Martos, dispuesto a perdonar todos los agravios como una suerte de santo revivió -un idiota, en realidad- y con la expresión siempre recalcitrante de Jorge Brassens, refugiado ahora en el ámbito exterior de la política del distrito. Promto llegaría al mismo punto su amigo de siempre, Cardidal, que volvía precipitadamente de sus incursiones latinoamericanas de la guerrilla, la droga y el enriquecimiento de las mafias. Y pusieron en marcha de nuevo la "entente" de los ex camaradas de despacho: Cardidal, la representación -que le volvía literalmente fuera de sí-, Sotomenor, el mando efectivo de ña situación -que era lo suyo-. Y las cosas habían ido a pedir de boca hasta esa misma noche, cuando la sombra de Brassens se les cruzaba de por medio en una especie de tardío, aunque efectivo, ajuste de cuentas. Pero ya los ocupantes de los edículos habían aparvado junto a la puerta principal que daba acceso a la estación-sede del Distrito. Y fue entonces cuando la brisa de la mañana se colaba entre sus fosas nasales para producirle un irresistible deseo de estornudar. Nunca lo hubiera hecho. Unos cuantos pares de ojos se dirigieron hacia el surtidor de la gasolinera donde se encontraban parapetados los dos enfrentados jefes de policía. - ¿Quién está ahí? -preguntaría el jefe de la expedición, apuntando su arma en dirección a la zona desde donde procedía el sonoro ruido.

martes, 21 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (427)

Hacia además la demandante una consideración torticera que la contestación pretendía desmontar. Era ella que la primera vivienda que Raúl Brassens compraba en Madrid tenía por objeto compensar a Paula por haberla mentido acerca de su situación conyugal previa, que no era otra que un matrimonio en vías de divorcio. Por cuanto -alegaba la contestación - dicha situación era perfectamente conocida por la argentina. Y seguía la contestación de la demanda, redactada por el infatigable e imperativo Jacobo Cobo, que el hecho de que la compradora del primer piso que compartía la pareja en Madrid fuera -formalmente, claro- la argentina, se debía a la situación de separación de Raúl Brassens de su primera mujer. Una vez superada esa circunstancia, Brassens recuperaría la titularidad formal de esa casa. Por eso el poder correspondiente que otorgaba Raúl a Paula se relacionaba exclusivamente con ese inmueble. Ítem más, que diría un abogado, en esa misma fecha la pareja suscribía un documento privado al que ponían como titulo, "contrato de reconocimiento de propiedad del piso"... en cuestión, claro está. Declarando en este escrito la porteña que la vivienda era propiedad "exclusiva y privativa" del que luego seria su marido. Seguía diciendo el escrito que la llegada de la madre de Paula a España, además de que no tenía trascendencia alguna en el proceso de divorcio que el matrimonio estaba desarrollando, no eran correctas las fechas señaladas por la argentina (un engaño más a añadir a la numerosa lista de estos, diríamos nosotros, aunque no lo decía claramente el escrito). Esta persona vino a este Pais a ayudar a su hija con motivo del nacimiento de la hija de la entonces pareja, Susana, regresando a Argentina al cabo de un mes. Luego, al contestación de la demanda, proseguía de forma podríamos decir que un tanto brutal, a la manera de su redactor. Porque decía que, careciendo la madre de Paula de medios para subsistir en el Pais sudamericano, se trasladaría de nuevo a Madrid a finales e 2.000, viviendo en casa de la pareja hasta que, dado que la convivencia era imposible, se trasladaba la señora a otro piso... cuyo alquiler pagaba lógicamente Raúl Brassens. Habrá que decir a todo esto que, salvadas las circunstancias jurídicas de su relación (Paula y Raúl no eran aún marido y mujer) la mala relación entre la pareja y la señora no se podía inferir solamente de la tirantez clásica entre suegra y yerno, tampoco la soportaba su hija. Claro que la demanda de esta obviaba esa mala relación y los gastos extraordinarios que provocaría esta situación en el bolsillo del que luego seria su marido y entonces su pareja. Daba la casualidad -podríamos inferir- que la crisis conyugal había anudado en un afecto inconmensurable a madre e hija, devolviendo a la naturaleza lo que la historia de una mala relación de por vida había supuesto. Sin comentarios, desde luego. Del primer piso en cuestión se trasladaba el ya matrimonio a un importante chalet situado a una relativamente corta distancia del inmueble en que habitaban antes. Vivienda que compraba con dinero privativo -insistimos, n ganancial- Brassens. Constituían después una sociedad civil para la gestión de los ya mencionados ruinosos negocios que emprendía la porteña. Pero la demanda callaba que era ella quien detentaba el 95% de la sociedad. Con cargo a las posibles ganancias del 5% restante (que nunca serian tales), Raúl Brassens debía pagar una buena parte de los gastos incurrimos por su mujer, pero que ella no podía pagar porque sus derroches, escasas ventas y peor administración se impedían.

lunes, 20 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (426)

¿De-construcción? Dicen que los sueños evocan los recuerdos Del día, A veces pienso Que los sueños Evocan Los recuerdos De los sueños. Ayer, sin ir más lejos, Soñaba algo trivial. Pero recordaba Que te tuve Y la imaginación se me iba Detrás de tus mágicas piernas, Detrás de mis dedos sobre tus suaves cabellos, Y mis manos acarician tu espalda, Y mis labios abren tus labios, Y tu boca responde -un ligero sabor a tabaco fuerte me inunda-. Luego nos abrazamos Y hacemos el baile Del "Suzanne" de Leonard Cohen -El gran maestro- Y en el baile nos encontramos, Se encogen las mentes Y son los cuerpos los que toman las riendas. Ahí el tiempo no existe ya, Ni mi cuerpo, ni tu cuerpo, Nuestros cuerpos, Nos exigen Nuestros cuerpos. Alguna vez te dije Te quiero. Alguna vez contestabas Te amo. Alguna vez proclamamos Te deseo. Y, cuando, Después del amor, Te recogías el pelo, Para encender un pitillo, Yo me decía a mí mismo, Que no, no estaba "Touching your perfect body "With my mind". Recuerdo que tuve ese sueño En el recuerdo de mi sueño de ayer. Bilbao, enero de 2.008

viernes, 17 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (425)

Y Romerales desapareció, como tragado por las sombras de lo que un día fuera la sede del PP -¿fantasmas del pasado? Ignorante del "affaire" que había surgido entre su amigo Romerales y el coronel Corted, Jorge Brassens, que acababa de pisar terreno amigo en la sede de Chamberí, le saludaría efusivamente. - ¿Cómo es eso, Damián? ¿Qué alegría verte? El aludido deshizo en un momento la expresión cariacontecida para devolverle el gesto: se acercó a él. Le propinó un fuerte abrazo. Ese gesto sorprendió no poco a Brassens, quien conocía lo adusto del personaje, desde sus recientes tiempos madrileños. - Bueno. Aquí estamos -anunciaría el coronel vagamente-. Cristino me ha pedido que prepare un operativo de defensa del puesto. - Eso está bien, Damián. Ya no queda otra cosa en la que confiar... - Bueno. En el caso de que todos confiáramos en todos... -dijo el coronel continuando con su habitual vaguedad. Brassens no estaba todavía en condiciones de aterrizar en la dura vida real: esa según la cual la gente destroza a la gente por medio de un comentario sarcástico, con un gesto despreciativo, con ademán de fastidio. - No sé muy bien a qué te refieres -repuso. - A que me mandan hacer algo y luego no confían en mí. - ¡Ah! ¿Te refieres a lo del tiroteo? ¿No ha sido un error? - Eso mismo he dicho yo... Pero no hay manera. Brassens puso cara de no comprender muy bien lo que le decían. Pensaba que era muy raro que Romerales hubiera actuado desde el principio de autoridad y sin motivos para hacerlo. - Créeme, Jorge -dijo Corted tras advertir las dudas de este-. Las cosas han cambiado mucho desde que nos conocimos. Aquellos eran otros tiempos y tu forma de actuar no es la que otros tienen ahora. -Supongo que todo ha cambiado, Damián. Y nosotros también con los tiempos... -repuso filosófico Brassens. Romerales no tardaría en llegar, armado de las correspondientes Smith&Wesson de las que hizo entrega al matrimonio Brassens. Vic Suárez empuñó el arma con gesto decidido. -¿Dónde nos ponemos? -preguntó ella con resolución. El ruido lejano de unos motores se confundía por momentos con la sube brisa que precedía al amanecer. Pero Bachat, atento al más lev soido de aquella noche, torció el gesto. - Creo que vienen -advirtió. Pero Sotomenor no musitaba palabra. En efecto, la percepción auditiva del saharaui se vería muy pronto acompañada por la visual: unos faros destellaban a lo lejos, rompiendo la oscuridad de la noche. La exigua caravana se iba acercando. Bachat advirtió el numero de coches y preguntó como en un susurro: -¿Solo habéis mandado dos coches? - ¿Dos? -preguntaría un atónito Sotomenor.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (424)

En esas semanas del anunciado y traumático mes de septiembre, se dictaría finalmente el auto de la jueza en relación con el recurso de Paula. Tendría este un carácter agridulce: desestimaba la pretensión de la argentina, por una parte; pero, por la otra consideraba -de acuerdo con la opinión del fiscal- que había indicios de delito y ordenaba seguir con el procedimiento. Abatido y enfadado, Raúl se dejaba caer en el asiento de la casa de su hermano, declarando: - Esto es como los antiguos Tribunales de Orden Publico. Quería intentar hablar con la jueza y se le pasaban por la cabeza algunas tonterías de semejante tenor, pero Jorge -su hermano- y Vic -su cuñada - le harían ver que tales iniciativas no tenían sentido. El que decía estar contento era su abogado. Para él las cosas seguían su previsible curso, aunque Raúl no estaba demasiado conforme con esa opinión. Y Raul pedía a sus detectives que investigaran la evolución que tenia el negocio de su todavía mujer. Para la ocasión, se desplazó a la localidad donde la porteña tenía abierta tienda, una pareja de agentes de la empresa, haciendo él labores de vigilancia y entrando ella en la tienda. Los carteles anunciaban que el establecimiento cerraba " por traslado", lo que suponía una aseveración más del orgullo que la argentina no estaba dispuesta a reducir en sus habituales prácticas. ¿Cómo iba ella a reconocer que le había ido mal el negocio? Otra cosa fue lo que refirió una de las dependientas -seguían siendo dos- a la mujer detective: - Yo creo que es por la crisis y que cierra. Pero eso es cosa de la propietaria... Pero es que la inveterada práctica de la argentina consistía en faltar a la verdad siempre. Y esta no era una excepción.. Carmen Brassens anunciaba visita a la Villa y Corte y lo hacia con la circunspección acostumbrada en sus actuaciones. El motivo de su interés consistía en invitar a cenar a su sobrina Susana. ¿Pero era solo eso? Raúl la previno: - Tus hermanos han mantenido una distancia conveniente en relación con Paula -le dijo-. No vayas tu a fastidiarla. Carmen escuchó atentamente las recomendaciones de su hermano, pero no hizo el mas mínimo de los comentarios. Jorge Brassens supuso -y así se lo dijo a Raúl- que su común hermana había urdido un plan particular. En que podía consistir este? A lo mejor trataría Carmen -muy en su estilo de justiciera universal- de erigirse en mediadora entre Raúl y Paula, echando por tierra la estrategia que había seguido aquel hasta ese momento. De modo que Raúl volvía a hablar con su hermana, haciéndola prometer que no haría nada que saliera del programa establecido. Aún así no las tenían todas consigo, de modo que Jorge Brassens leía con particular interés el mensaje de Carmen que Raúl le reenviaba: "Con Susana contenta y amigable. Paula solo salió a acompañar a Susi". ¿Qué había pasado en realidad? Carmen lo explicaba a su hermano pasados unos días: Paula había depositado a su hija en el taxi que ocupaba su todavía cuñada con un aspecto desarreglado, inusual en ella. Sus únicas palabras fueron: - Me alegro que os acordéis en alguna ocasión de vuestra sobrina... Después de eso, Carmen cenó con Susana, a quien encontraria un tanto desconcertada con la situación -¿o la quería encontrar así? Con Carmen no se sabría nunca. En todo caso, las aguas no se habían desbordado. Al menos en aquella ocasión.

martes, 14 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (423)

27 de agosto de 2002. Pilar cumple quince años. Izeko Arantza le ha ido poniendo globos y carteles con la palabra “¡felicidades!” en cuatro o cinco idiomas. Y es que agosto es un mes muy largo para Pilar, recibe pocas visitas, no tiene clases y necesita de algún entretenimiento adicional. Y ese día está deslumbrante. Hay un montón de regalos junto a su cama: “compact discs”, relojes, el dibujo encuadrado de su ahijada peruana... Pero hay una felicitación que debo transcribir. Es el gato Garfield recibiendo tres zanahorias de un ratón. Dice “Feliz cumpleaños...”, y en el interior de la tarjeta pone: “A la alegría de la huerta. ¡Muchas felicidades!”. La firman M. José y Anuska. El texto es el siguiente: “Érase una vez, en una casa encantada, una princesita, que Pilar se llamaba. Cada mañana se despertaba la princesa, muy temprano y escuchaba desde su cama los sonidos de las alarmas, el picor de las máquinas y los murmullos de su séquito azul y rosa. Vamos llegando los blancos, pero la princesa, aún no recibe visitas... Es el momento del ritual: hay que lavarse de la lengua a los pies, por fuera y por dentro... para respirar mejor. Hay que peinarse y pintarse: un beso rojo extenso en la mejilla. Después, el desayuno, directo y sin rechistar... Y el momento cumbre. Vestido y joyas... Y de la cama al trono. !Luces, música, aire y acción! Con la entrega , la dedicación y el cariño de quienes le cuidan, la princesa ya está lista para recibir y supervisar. Basta un guiño de un ojo, un chasquido de lengua y a veces una pedorreta, para que todo funciones a su alrededor. Pero hoy es un día especial y la princesa espera lista e ilusionada desde su balcón no sólo los buenos días sino... ¡¡¡Muchas Felicidades!!! Un beso muy fuerte. Muy poco después de su quince cumpleaños, “Lorsen” me refiere, como a diario, sus impresiones del día. Lo hace como una catarata en la que los acontecimientos varios sustituyen a las gotas de agua: todas discurren desordenadas, atropelladas, lo mismo que es su imaginación. Pero ella quiere transmitirte un dato muy especial. Estaba hablando con una enfermera. - Tiene la cara llena de granos. Tendremos que ponerle una crema –“Lorsen” es una firme partidaria de la importancia de la administración de todo tipo de potingues para el cuidado de la piel-. No quiero ni pensar el día en que le baje la regla. - ¿La regla? ¿No lo sabías? ¡Si le ha bajado la semana pasada! –le contesta. Por lo general yo leo algún libro mientras que conecto alternativamente con los variados comentarios de “Lorsen”. Pero en ese caso levanto rápidamente los ojos de un texto sobre la Restauración Borbónica. ¡Mi hija ya es una mujer! - ¡Pobre! –exclamo, la niñez de Pilar se le ha ido mientras que médicos, enfermeras, familiares... todos pensábamos si su vida se mantendría un día, una semana, un mes, un año más...- ¿Y cómo se lo ha tomado? - Está encantada –me dice “Lorsen”-. Ahora sólo quiere que le hagamos regalos. En concreto, tú –me señala co el dedo-: le tienes que llevar un póster la próxima vez que la veas. También a “Lorsen” se la ve contenta. Aunque constata que su hija tiene un carácter muy diferente al suyo: - A mí no me gustó nada que me viniera el “agapito” ni empezar las clases después de las vacaciones de verano. Pero yo me pongo triste de repente. Me cuesta acostumbrarme a la idea de que mi hija empieza con ese proceso habitual en que los seres humanos van cubriendo las etapas de su existencia. Como si después de eso vinieran los tiempos de los reproches –como les ocurre a los adolescentes- porque sólo destruyendo la realidad paterna se afirma la propia. Me cuesta pensar en una feminidad que va germinando entre la cama y la silla ergonómica de un hospital. Y Pilar hace de su regla una especie de sanjuanada: Todos sus libros de cuentos se los lleva la doctora Hermana, que colabora con los refugiados del Sahara, y a Julián le regala un sombrero del tipo de los del “sombrerero loco” en “Alicia”. En muy poco tiempo los vídeos de dibujos animados irán desapareciendo con destino a los hijos de las enfermeras. En mi primer viaje a Madrid le compro un póster de Leonardo di Caprio que sustituye a otro de David Bisbal –este ya más por visto que por su nueva condición. El 2002 es un año para recordar en el caso de Pilar, en el de todos nosotros: Ha pasado de la posibilidad casi cierta de la muerte a la realidad de poder contribuir a dar la vida a otros semejantes. Pero en este punto también asoma mi inquietud ante lo que significa una vida a medias, como es la suya. ¿Cómo vivirá Pilar esta nueva etapa de su existencia? Hace ya tiempo que Lorsen no me toca el asunto de Pilar. Esa tarde, mientras viajamos hacia Arrechea, para pasar el fin de semana de Todos los Santos, me dice que ha hablado con la doctora Hermana y que cree que nuestra hija escasamente durará hasta las Navidades de este año. Y no porque se lo haya dicho así la médico responsable de la UCI. Lorsen piensa que ella no quiere preocuparnos, pero que las necesidades de la niña están en un 65%, cuando a partir del 40 ó 45% el pulmón empieza a sentirse dañado. La doctora le dice que es posible que le vayan bajando el respirador. Pero Lorsen está preocupada, aunque tranquila.

lunes, 13 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (422)

En puridad, podría decirse que Vic Suárez y Jorge Brassens respondían a una clave que, por haber sido tantas veces registrada, ya no resultaba actual. Era esta la de los tiempos antiguos. Ese sin embargo reciente matrimonio no podía decirse que viviera fuera de su época, pero sí que le era aplicable un cierto aire de nostalgia por los tiempos que fueron y que nunca volverían. ¿No volverían? Nadie podía saberlo, en realidad. España había atravesado, como viajeros intergalácticos, una experiencia rayana en la quimera, un sueño, el de quien piensa que es lo que no es y puede lo que no puede. Claro que de los sueños siempre se despierta para inmediatamente después acomodarse a la dura realidad. Y las buenas gentes españolas apenas si estaban saliendo del bucle cuando algunos indignados mezclados con los delincuentes de siempre -entre los cuales, por supuesto, se encontraban muchos de los que habían provocado el desastre- se dispusieron a destrozar todo resto visible de civilización y de orden. El sueño había trocado en el peor de los despertares: la pesadilla. Sí, el horrible animal seguía ahí, como en el cuento. Y Jorge Brassens, optimista por naturaleza, pensaba que se encontraban recorriendo el camino correcto; el que conducía a la renovación de la dignidad y el culto al civismo, aunque fuera muy duro el recorrido, aunque el sendero no dejar de encontrarse con obstáculos como los de un Sotomenor o un Cardidal. Una nueva era presidida por las ideas de la libertad y la democracia, pero definidas también por el respeto, el cumplimiento de la palabra dada y la educación; una economía basada en la austeridad. Vic, al contrario, menos crédula con respecto a la bondad humana, pensaba que habían retornado a las cavernas y actuaba del modo más practico posible: resistiendo. Aún así, negativa o positivo, inalcanzable o realizable, ambos pensaban que la única cosa por la que merecía la pena luchar era por conseguir ese espacio que un día los españoles, enredados en su espejismo particular, habían despreciado para adentrarse en un mundo de megalomanía. Ya estaban dentro del recibidor en la entrada de la sede de Chamberí. El ultimo en llegar había sido Francisco de Vicente, que aparcaba su coche en una de las calles aledañas a Génova. Era siempre la duda metódica en esos tiempos: si dejaba su coche en el aparcamiento de la sede, era posible que la prevista agresión de la gente de Chamartín acabara también con él e, incluso, con la posibilidad de utilizarlo como vía de escape; dejarlo en la calle l pondría a merced de cualquier amigo de los bienes ajenos, que no dejaban de merodear con intensidad por entre los andurriales de aquellos barrios. Claro que, precisamente esa noche y en esa zona, el nivel de protección era seguramente más adecuado que en cualquier ota parte de lo que en su día fuera Madrid. ¿Pero, y si le alcanzaba al coche alguna de las refriegas de las balas de unos u otros? Cualquiera sabia. - Aquí nos quedamos -anunciaría Jorge Brassens, nada más oír las ultimas palabras en que se contenía la propuesta de Jacinto Perdomo. - Me temo que no hay otra posibilidad -observaría Cristino Romerales-. Supongo que esa gente estará muy cerca de aquí. Voy a ver si dispongo de algún arma que dejaros... Eso sí, si estáis dispuestos a colaborar en la defensa de esta plaza. - ¿Te refieres a que los agresores son agentes de la policía de mi distrito, del que formo parte como responsable ejecutivo? -preguntó Brassens con una sonrisa-. Eso es ya tiempo pasado. Ahora estamos en otra época.

viernes, 10 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (421)

Pero llegaba ya el mes de noviembre y la argentina hacia tiempo que había abandonado la extravagante práctica de sus insultantes correos electrónicos o que Raúl recibiera comunicaciones de los proveedores de su todavía mujer ante el impago de los efectos entregados a su negocio. Algo estaba pasando. Y solo el tiempo se encargaría de resolver la duda. Se lo anunciaba su abogada: Paula había presentado la demanda de separación. Y lo hacía en el juzgado de violencia de género que era el correspondiente en tanto que no se resolviera la denuncia por maltrato que en su día la porteña había cursado. Pero Jacobo Cobo, el abogado matrimonialista de Raúl, quería que Paula recibiera antes que su cliente noticias del juzgado -las relativas a la denuncia que el amigo de Brassens había presentado por las fotos tomadas y las amenazas proferidas contra el amigo de Raúl, con ocasión de la última visita de este a la que aún era formalmente su casa. De modo que Brassens había dado instrucciones en su negocio de que se dijera que no se encontraba en él. El siguiente capitulo de la saga se refería a la estrategia de reducción de ingresos de Paula por parte de Raúl. En esta ocasión el asunto tenía que ver con la financiación del Suzuki de la argentina -el contrato estaba a nombre de Brassens. El asunto tenia su dificultad: si dejaba de pagar, la financiera podía embargarle la cuenta. Pero Raúl también podia dejarla prácticamente a cero. Luego, la financiera tendría la opción de dirigirse contra el resto de sus bienes, pero también contra los de ella. La estrategia del ahogo se encaminaba ahora hacia unos vericuetos complicados y que implicaban la eventualidad de un trastorno económico para Raúl Brassens. Pero su voracidad era ya insaciable. En ese juego agotador andaban ambos -seguramente que la porteña podría escribir su propia narración de los hechos- cuando Jacobo Cobo presentaba a su cliente la contestación que este había preparado ante la demanda formulada por Paula. Empezaba el escrito señalando la conformidad con la demanda en cuanto se refería al matrimonio, régimen económico matrimonial, convivencia de los cónyuges precia al matrimonio y nacimiento de su hija Susana. Hechos todos objetivos y por lo tanto pacíficos. Decía en su segundo hecho que carecía de trascendencia las alegaciones que había hecho Paula en el sentido de que esta se había visto obligada a desplazarse a España desde Argentina para convivir con el demandado. Lo alegaba la porteña, como era natural, para exigir una compensación mayor de su todavía marido.

jueves, 9 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (420)

La jefa médica de la unidad en la que se encuentra Pilar ha recibido una solicitud para que informe acerca de los casos crónicos que se encuentran bajo su jurisdicción. Osakidetza está intentando reducir gastos, y los de una niña ocupando una cama permanente en una Unidad de Cuidados Intensivos supongo que debe salirle una pasta a la seguridad social vasca. De hecho, esos casos apenas se producen en otros países. Cuando Pilar cumplió –más o menos- tres años quisimos hacer un contraste de su situación con otro hospital. Mi suegro conocía a un médico jefe en una clínica suiza de prestigio. Habían sido amigos desde su juventud. Así que hablamos con el personal que llevaba a Pilar y les pedimos que hicieran un informe para que lo vieran en Suiza. Y la verdad es que no sólo les pareció lógico lo que pedíamos sino que colaboraron ampliamente. Les facilitaron una copia de su evolución médica, pusieron por escrito lo que les parecía y se llegaron hasta a poner delante de unos aparatos de vídeo caseros para explicar en mejor o peor inglés su impresión sobre la niña. La respuesta del doctor alemán resultó ilustrativa. En Suiza no hay situaciones similares. Cuando un niño nace en esas condiciones, lo llevan a la casa de sus padres, allí instalan un aparato respirador similar al del hospital, les dan una pequeña instrucción de su funcionamiento a quienes vayan a responsabilizarse del mismo y –de vez en cuando- aparece por ahí una enfermera. Claro, en muy poco tiempo sobreviene una disfunción, una crisis grave, una infección.... y entonces no se llega a tiempo. Al niño le meten en una caja de pino blanca, se retiran los artilugios médicos y se acabó el asunto. En España todavía funciona algo más la humanidad. Es verdad que somos críticos –a veces, extraordinariamente- con los servicios públicos, también con la sanidad, aunque este último concepto haya variado mucho con el paso del tiempo. Hemos mejorado en calidad, pero aún no hemos perdido en sensibilidad. Claro que –a fuerza de mejorar- el sistema se hace cada vez más objeto de solicitud por parte de los usuarios,, muchos de ellos gente mayor y que demanda sus servicios con asiduidad. La calidad cuesta cada vez más dinero y las cuentas públicas resultan inexorables. Se controla hasta el último euro y los informes vuelan de aquí para allá intentando controlar el gasto. Una vez más, el fantasma de Górliz aletea sobre nuestras cabezas. La soledad de ese establecimiento, la tristeza de sus moradores-pacientes, la escasa atención que allí se les proporciona... Pero la médico-jefe ha redactado el informe más favorable para los intereses de Pilar, para su calidad de vida, en lo que le pueda restar en esta tierra. Y cuando escribo estas líneas sólo quiero que la sonrisa de Pilar siga presidiendo esa habitación de la UCI de Cruces, en la que se ha convertido en una persona -¿un personaje, quizás?- más. Alfonso Pérez-Brassens. Madrid 8.VII.02 Querida prima Pilar: A través de tu padre, Jorge, que es persona ecuánime, y de tu impresionante madre; sé muchas cosas de ti, desde hace tiempo. Es una pena que no nos conozcamos todavía, pero ya habrá tiempo porque vives en una tierra admirable muy cercana a Santander de donde fue parte de mi familia. Me ha encantado tu recordatorio de tu Primera Comunión. Yo, aunque ahora no se lleve, soy un creyente convencido y te puedes imaginar que no comprendo el mundo sino es desde esa perspectiva, y cuando, como esta temporada, las convicciones religiosas son un importantísimo apoyo. Te animo a que lo vayas viendo así, si puedes, poco a poco. Me gustaría saber más de ti. ¿Qué tipo de películas te gustan? Si ves alguna en especial, ¿Qué aficiones tienes en tus lecturas?, .... En fin, ya estaremos en contacto escrito de vez en cuando. Piensa que tienes unos padres fuera de serie y, por eso, hemos tenido la suerte de conocernos. Ánimo con tu durísima LUCHA DIARIA. Piensa que nuestra familia tiene una fuerza suficiente para dar y plantar cara a lo difícil; y acuérdate del lema de nuestra familia: “POR MÍ NO QUEDARÁ”. Un fortísimo abrazo. Alfonso Pérez-Brassens

miércoles, 8 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (419)

El grupo de Celestino Romualdez ya era otro cantar. No contaba este con otra legitimidad que no fuera la derivada de su simple condición de salteadores de caminos. Entre los amplios intersticios que dejaba abiertos el sistema, pululaban bandas de mendigos, forajidos y hampones. Vivían al margen de la legalidad, cualquiera que esta fuera. Operaban en el mercado negro de las armas a través de posiciones ventajosas, el robo, la amenaza, la extorsión o el trueque o la compra de las mismas. Conseguían un arsenal. Y su ambición no era solamente salir del paso, vivir o sobrevivir, que eran la misma cosa. Apuntaban más alto. Disponían de dinero y querían sustituir a cualesquiera dirigentes a través de un golpe de fuerza.. Unos provenían de una cierta legalidad y devenían en bárbaros dirigentes, otros venían de la delincuencia pura y dura y pretendían ganar con ella el mando político. Unos y otros se parecían como gotas de agua. ¿Y qué más da que Chávez conquiste el poder a través de un golpe de Estado o a través de las urnas, cuando su objetivo principal consiste en instaurar un régimen despótico? Las democracias, lo sabían bien los alemanes que mantuvieron su dignidad a lo largo del Tercer Reich, son débiles para defenderse de quienes no creen en ellas y utilizan los procedimientos que ellas les conceden para acabar con ellas. En todo caso, la frontera que existía entre la legalidad y el caos era tan débil en aquellos tiempos que solo un pequeño golpe de fuerza -terrorista o impulsado desde el interior de. gobierno, bastaba para imponer sus superiores designios. Y el resultado era en todo caso el mismo: la continuidad del poder a graves del ejercicio de terror. Claro que existía en aquel Madrid que surgía, como en los versos de Pablo Neruda "De tu mirada emerge, a veces, La costa del espanto". La excepción del oasis de legalidad, paz e inicio -titubeante, aunque no ,esos real- del progreso económico: el distrito de Chamberí. A ese objetivo se estaba llegando gracias a la labor abnegada de un corto grupo de personas, entre los cuales jugaba un papel esencial Cristino Romerales y ese coronel leal y resistente a cualquier duda, enfrentado a no importara qué ambigüedad: Jacinto Perdomo. Había otros que, pese a que no hacían un esfuerzo similar, por lo menos no estropeaban el trabajo de los demás; era el caso del un tanto excesivo, engolado y agotador empresario que hacia viaje de ida y vuelta de la política y volvía de nuevo a ella en los tiempos actuales. Juan Antonio Sánchez. Ese mismo que afirmaba en sus tiempos más gloriosos de dirigente liberal, "Quiero devolver a la sociedad, un poco de lo que de ella he recibido". Todo muy americano, desde luego, que Juan Antonio Sánchez -hombre que se había hecho a si mismo- empezaba su actividad económica ve siendo seguros s ño americanos en las bases que el gobierno de los Estados Unidos disponía en Esapaña en aquellos tiempos del general Franco. Junto a sus defectos, Sánchez carecía del que se refería a no saber delegar. Tampoco tenía otro: el de no saber elegir a sus colaboradores. Era una de las enseñanzas que seguramente Sánchez había aprendido en sus estudios deustenses, dirigidos estos por la Compañía de Jesús: "Elige siempre al mejor de los equipos. Te elevarán". Los mediocres, todos los mediocres, opinaban justo lo contrario: tus colaboradores deben ser siempre más tontos que tú o, por lo menos, que a fuer de serviles, no se les note su listeza.

martes, 7 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (418)

Llegado el día y personado Raúl en la hamburguesería que la sociedad de gananciales tenía arrendada, pudo cobrar sus 900 euros. En esa guerra de escaramuzas, había ganado una nueva batalla... Pero Raúl Brassens -que contaba para ello con la opinión favorable de su abogado Cobo- proseguía infatigable con su operación de ahogo económico a Paula. Y a los recortes que ya había establecido se le sumaban ahora la sustitución del Canal Plus de su piso de veraneo por su actual apartamento madrileño y las anulaciones del seguro de contenido de la tienda de Paula y del teléfono de la localidad costera de Cataluña. Cada vez que Raul notaba un cargo en su cuenta analizaba el beneficio del contrato que generaba en su persona o la de su hija esa anotación bancaria y actuaba en consecuencia. Pero Paula seguía intentando minar la moral de su todavía marido en el ámbito que ella dominaba y que no era otro sino el de su común hija. Llegado el fin de semana posterior al cumpleaños de Raúl, este había organizado una celebración a la que había invitado a Susana y a sus hermanos residentes en Madrid. Pues bien, Susana no podría asistir: tenía que estudiar. Resultaba difícil para Raúl lidiar con aquella situación. Susana -él lo sabía muy bien- no era responsable de sus ausencias, pero no tenia Raúl a quién quejarse que no fuera ella misma. De modo que algunas veces sería la niña quien recibía ciertas dosis de amargura procedentes de su padre. Se lo dijo su vecino del pueblo costero catalán, con su acento del norte de Europa y sus voces de incredulidad que anunciaban algún aparatoso gesto, invisible para el teléfono. - Paula estuvo aquí. El pasado fin de semana. Con tu hija y una chica morena... Los contactos con los que Raul contaba en aquella plaza le dijeron que no la habían visto. Eso les hizo sospechar. Estaba el propio Raúl con su hermano Jorge y Vic, su cuñada, en el coche de esta viajando hacia la localidad navarra de Arrechea. - ¿No estará pensando en alquilar el piso? -preguntaría Vic. Y es que muchas mujeres poseen un sexto sentido que las permite penetrar en las mas ocultas intenciones de las personas -especialmente si se trata de otras mujeres. Se trataba de un supuesto altamente improbable, dado que su marido podría desmontar la operación o -en todo caso- exigiría el pago de la mitad del arrendamiento. Pero Jorge Brassens se conectó a internet a través de su móvil e investigó si en la pagina de "El Idealista" aparecía un piso que tuviera esas características. No encontraría nada. ¿Se trataba de otra pista perdida? No estaba claro. Lo único que sabían en aquella historia era que no había que dejar cabo suelto por investigar... Y Raúl continuaba con su política de reducción de los pagos a la argentina. Ahora les había correspondido su turno a los seguros de los coches. Paula tenía en su garaje dos vehículos: el que usaba ella de forma particular -un Suzuki- y el Toyota que se había llevado con artes no demasiado loables del pueblo catalán escenario de sus en un tiempo vacaciones conyugales. Raúl trataba de cancelar el impacto en su economía de ese dispendio, por una parte y obligar a que Paula pagara su seguro si no quería resultar denunciada, por la otra. Así que hablaba con su agente de seguros y le pedía que diera de baja el seguro del Toyota y que dejara la cobertura del Suzuki limitada al seguro obligatorio -aún se encontraba este en período de financiación y era Raúl quien había firmado el contrato. - Así se haría, le confirmaron.

lunes, 6 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (417)

Ayer la visitaban sus tíos de Madrid –el hermano de Lorsen-, acompañados de un inquieto primo, rodeándola de cariño y de regalos. Ayer murió el hijo de Julio, y se lo llevaban envuelto en un papel plateado. Hoy Pilar tiene frío y una sábana le cubre el organismo. Y eso que a mi hija todo le produce sofoco, y nos hace poner un ventilador a todas horas, en cualquier época del tiempo. Una enfermera le pone el termómetro. “No tiene fiebre”, asegura. Pilar está simpática, pero no desbordante, como en los últimos tiempos. Pregunta por su madre, atareada con el traslado a Arrechea de las maletas, de los perros –uno de los cachorros se lo llevamos al hijo de un agente de la Guardia Civil de ese puesto-. Lorsen y yo hemos pactado una mentira piadosa: “Mamá tiene catarro, y no te quiere contagiar”. Cosa que es en parte verdad. Ponemos música, de la ya inevitable en España “Operación Triunfo”, no se oye otra cosa. Le hablo de los perros, de las cosas que se me ocurren. Luego llega mi suegro. Concluye la visita. Yo no le anuncio que vamos a pasar unos días en Navarra. No me atrevo a provocar en ella una tristeza, unas muecas de desagrado, de dolor. El coche nos conduce a un oficio religioso, el de Javier, hijo de Julio, mi compañero en la Junta Local de Getxo. Los padres se encuentran bien -¿o aguantan simplemente el tipo?- Ha sido una larga muerte, una dolorosa despedida. El cura lee unos versos del niño que se ha ido. Tres poemas hablan de la muerte, dos de agradecimiento a sus padres. Yo pienso en lo duro que debe ser –que es- introducir la posibilidad, la irreversibilidad, la inminencia de la muerte en tu pensamiento. Más aún cuando apenas se han cumplido tus trece años, cuando todo en ti es esperanza, proyecto, posibilidad. Rasgan unas guitarras intentando conjurar la tristeza y, al son de una de las canciones, el cura pretende que la gente aplauda. Pero ese niño que hablaba de Dios en sus versos, ese niño ciego que escribía poemas en “braille” y que ganaba premios literarios es más que probable que se encuentre en otra parte distinta de la que él creía, en ese profundo sueño en el que no existe ya dolor, ni pena, ni sentimiento. Porque ese Dios que nos inventamos a veces los hombres para intentar conjurar nuestras insuficiencias se aleja muy pronto de nosotros, como los fantasmas que producen los efectos especiales de las películas de Hollywood. Y pienso, también, en un padre que se llama como yo, vestido de luto, presidiendo otro oficio religioso, el de mi hija, y miro al suelo, incapaz de conectar con esa música de guitarras que quisiera poner alegría donde sólo existen las lágrimas. Nuestro viaje a Arrechea no es más que otra fuga imposible de la terca, implacable realidad que nos hunde, día a día, en un agujero que se diría más profundo a cada hora que pasa. Bromeo con mi hija. Pilar es muy guasona con todo el mundo, por eso creo que admitirá muy bien las que le haga yo lo mismo. Su tío le ha regalado un magnífico aparato de música por su primera comunión, y yo le digo a Pilar que es bastante mejor que el mío. Y que la próxima vez que venga se lo cambiaré por ese. Pilar se ríe al principio, pero después me dice que sí, que me lo regala. Y ese gesto me llega al alma. Le doy muchos besos y le digo que todo era de mentira, que no me voy a llevar el equipo pero que se lo agradezco en cualquier caso. Pero mi hija quiere de verdad que me lo lleve. Por supuesto que no lo hago y que no repetiré nunca más ese juego.

viernes, 3 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (416)

La densa noche se espesaba sobre unos desvaídos grupos de personas que se afanaban en conseguir sus objetivos. ¿Cuáles eran estos? Nadie lo sabia muy ien, en realidad. Y si se lo preguntaban a cualquiera de los intervinientes era seguro que no podrían contestar. Apenas un... "Lo sabrá el jefe? Pregúntaselo a él". Y no resultaba extraño. En ese cierto retorno a las cavernas, que despojaba de civilidad los escaños signos de ella que habían quedado después se que la civilización se batiera en alerta retirada, ños grupos que antes admitían la condición se humanos, habían quedado sustituidos por simples jaurías de perros asilvestrados, cuya única garantía de supervivencia era la fidelidad al jefe, a toda costa, siempre que esa costa no les llevara por delante a ellos mismos. ¿Y los líderes? ¿Qué pretensión tenía Sotomeor, por ejemplo? Estaba claro: en aquellos momentos, el jefe de la policía de Chamartín solo quería salvar el pellejo. Para, una vez recompuesta la situación, hacerse con el control del único obstáculo -¿el próximo?- que tenía por delante, que no era otro sino Chamberí. El grupo que primitivamente había sido destinado a tomar esa posición carecía de responsables. Con la excepción del conductor del Porsche de Sotomenor, quizás. Reclutado a toda prisa de entre los torturadores de Bachat y algún deshecho del turno de guardia. Se trataba de sujetos despiadados con el inferior, hasta el punto del sadismo, pero incapaces de llevar siquiera un ápice la contraria a su jefe, hasta el punto del masoquiso, si se les pusiera a prueba en ese sentido. Sabían que su destino inmediato se encontraba en manos de su líder y obedecían ciegamente sus ordenes. Claro que si en alguna ocasión, alguien les pudiera reprochar las tropelías cometidas, habrían excusado su salvaje conducta, se habrían excusado con leo consabido cumplí,iento de las ordenes recibidas. No figuraban en esa lista, sin embargo, los desvalija miembros de los ancianos que algunos consejeros de la destronada junta de Chamartin habían denunciado; o las violaciones de las jóvenes -y maduras- mujeres que se aventuraban a internarse en las calles por ellos patrulladas o el mercado negro de las drogas, alcohol o alimentos con los que comerciaban. No lo estaban, desde luego, pero su jefe lo conocía y lo consentía, con tal de que alguno de los beneficios obtenidos aterrizase en su despacho con el objeto del trafico a gran escala. ¿De dónde si no salía el poderoso vehículo que les cedía Sotomenor para la operación? Como los ciudadanos alemanes que decían desconocer la masiva deportación de judíos hacia cualquiera de los campos de exterminio en una población distante solo 10 ó 15 kilómetros de su pueblo, como los nacionalistas vascos que reprochaban con sus torvas miradas cuando se encontraban en las escaleras de las casas con los perseguidos por la banda terrorista como si estos fueran responsables del posible inconveniente de unas manchas de sangre en eñ portal algún día... Miraban hacia otro lado. ¿Eran peores unos que otros? Seguramente no. Se trataba solo de una actitud ante la vida. No era otra cosa que la difícil subsistencia del civismo cuando la barbarie se instalaba en el poder. Orwell lo dijo: es muy difícil sustraerse del ojo del gran hermano, hacerle frente.

jueves, 2 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (415)

El siguiente episodio en este interminable listado lo constituía la visita de Raúl a su chalet para recoger de él unos documentos a los que se ha hecho ya referencia y que, según dijo Paula al notario, esta había puesto a disposición de su marido. Pero, una vez que Raúl hacía acto de presencia en su propia casa -acompañado esta vez de un amigo-, Samantha se comunicaba rápidamente con su señora, que se personaba también con una velocidad de vértigo en la casa. En el momento preciso en que Paula subía al primer piso, Raúl se encontraba dentro de lo que durante un tiempo fuera su habitación conyugal, con el objeto de comprobar si en el armario había ropa de hombre -de Pachito, por lo tanto. Raúl dentro, Paula en el quicio de la puerta y el amigo del primero fuera del cuarto y sin visión respecto del interior de la habitación. La ocasión resultaba propicia para que la argentina improvisara el motivo para la segunda denuncia por maltrato. Solo le bastaba con tirarse al suelo, simulando un empujón. Pero Paula, violentada por la intempestiva visita de Raúl careció de reflejos para eso. Solo atinaría a gritar; eso sí, con la más potente de sus voces: - Es una violación de mi privacidad! A lo que Raúl contestaría: - Cómo que privacidad? Esta es mi habitación. En esas estaban cuando Juana, la madre de Paula, levantaba su pesado y torpe organismo y se dirigía a la puerta de la estancia que ocupaba ella a la vez que unía su estridente voz a la algarabía imperante: - ¡Canalla! Hijo de puta! Y cuando Raúl Brassens refería a su abogado Jacobo Bono lo sucedido, este le dijo de forma categórica: - La próxima vez tendrás que ir en compañía no de otra persona, sino de dos. Quedaban atrás los tiempos en que el mismo asesor jurídico animaba a su cliente a tomar posesión de su casa, incluso a dormir en ella... Y como resultaba que, en ese episodio, enfurecida ante la visita -para ella, intrusión- de su marido, no paraba Paula de hacer fotos a Raúl y a su amigo y a pedirle, a voz en grito, según era costumbre inquebrantable para ella, a su criada que marcara el número de teléfono de la comisaría Jacobo Bono -el abogado de Raúl Brassens- recomendaría la interposición de uns demanda por la que la argentina debía poner a disposición del amigo de Brassens las imágenes, dado que constituían -estas sí- un espacio protegido: el de su privacidad.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Intercambio de solsticios (414)

El día de San José, del padre, regresamos de Arrechea para poder dar un beso a nuestra hija. Lorsen ha comprado dos cosas en la tienda de recuerdos de Roncesvalles, para que Pilar pueda regalar algo a su padre en ese día. El panorama de la UCI en ese día es pavoroso. El hijo de Julio, trasladado a la sala de los crónicos, aguanta contra todo pronóstico, pero puede morir en cualquier momento. Y David, chilla como un poseso hasta cuando le toman la tensión. Pero Pilar está feliz. Mañana recibirá su primera comunión. Llega el día en que Pilar va a recibir sui primera comunión. Su madre se despierta particularmente nerviosa. No quiere desayunar. Como siempre se le acumulan las tareas: Tiene que dejar a los perros en casa de mi suegro, volver a casa para arreglarse y recoger a mi madre, antes de llegar al hospital. En todo caso le conmino a que se tome una taza de leche. Mis tareas son más livianas. Sólo tengo que comprarle una corbata al cura. Cuando llego a la UCI, Pilar se encuentra tranquila, aparentemente. Quizás es que ha heredado ese carácter que tengo yo, en el que la procesión siempre va por dentro pero las emociones apenas se exteriorizan. Pero mi hija quiere que vaya a buscar a Jacobo Larrea, con quien me he citado cinco minutos antes de las doce, en la entrada. Le parece que en cuanto venga el cura todo el resto de los concurrentes se harán presentes como por arte de magia. El cura aparece. Se ha vestido con un traje gris oscuro, el más elegante de los que dispone. Lleva un maletín en la mano, en el que por lo mismo que se contiene el Santísimo podrían acumularse formularios médicos o pólizas de seguros. Mientras esperamos a los siempre lentos y nutridos ascensores del la zona central de Cruces, Jacobo me hace las preguntas de rigor: ¿Quiénes van a estar presentes?, ¿cómo hay que llamarle al abuelo, que es alemán?, ¿a la abuela? Cuando entramos a la UCI mi suegro ya está presente. Se saludan él y el cura, que ya se conocieron el día en que Jacobo habló con Pilar. Mi hija ya sólo tiene la atención puesta en él. Parece sorprendente que la niña haya comprendido de forma tan notable lo que significa ese día para ella. Que ese Dios al que tanto le cuesta hacerse presente en los asuntos cotidianos de los hombres ha llegado allí en la forma de unos de sus ministros, en la imagen de un hombre canoso, vascote, sencillo, de un párroco de Maruri tan vasco como español, y por eso relegado a una segunda división en el rango eclesiástico vizcaino. Por fin se hacen presentes las mujeres. No hay otra excusa salvo la recurrente del tráfico. Pero apenas importa. Ese día los relojes sirven solamente para marcar la jornada, como si pudieran detenerse en un momento mágico que pudiera envolver esa mañana, esa semana, la primavera entera que está naciendo sobre Bilbao, sobre Barakaldo. Y Pilar es además muy fácil de arreglar. Todos sus vestidos son como de figuración, se muestran hacia el exterior y sólo se recogen levemente por detrás de sus hombros. Pero el traje es precioso. Blanco, de lino, sencillo, con unas tablas en la pechera y que la cubre por completo. Lorsen coloca sobre una de las repisas contiguas a la cama de nuestra hija una imagen de la Virgen de Roncesavalles, que a partir de ese momento preside el acontecimiento. Mi suegro extiende la cortina que proporciona una cierta intimidad en la sala, esa cortina que se usa para que los demás niños y sus visitas no noten la intervención urgente que se le hace a un paciente, esa cortina que abre hoy un espacio de belleza, de profundidad en la emoción. Un terreno que es Pilar, a pesar, o por causa de esas horripilantes máquinas que le permiten a pesar de todo seguir conectada a la vida. Y empieza la ceremonia. Jacobo no es un hombre difícil. En un pedazo de papel lleva escritas unas ideas que ni siquiera consulta. “Estás muy guapa, Pilar. Estás rodeada de tus padres, de tu abuela, de tu opa, de la gente que te quiere. Tienes unos ojos muy grandes, muy bonitos. Pero lo más grande, lo más bonito que hay aquí eres tú misma, Pilar. Porque toda tú eres bondad, amor...” A veces Jaime le dice eso de “polita, neska polita”, pero yo estoy convencido de que el vascuence no es lo que importa hoy, que la comunicación entre Pilar y Jacobo está hecha, con o sin palabras. Y Pilar no sabe mirar a nadie más. Yo le tengo la mano derecha cogida, y Jacobo se encuentra a su izquierda. “Jesús viene siempre a estar con los que le quieren, Pilar. ¿Quieres tú estar con Jesús?” Y Pilar dice que sí con la cabeza. Como todos esos días en que le damos de comer, Lorsen y yo organizamos el recipiente, el tubo, y abrimos ese cierre que tiene Pilar en la tripa. Yo sostengo el envase y Jacobo extrae de ese maletín de ejecutivo misional una botellita de esas que venden con agua de Lourdes, con la figura de la Virgen. En ella hay un vino consagrado que Jacobo derrama suavemente. Luego pide un poco de agua para diluir la solución. Alguien enciende la luz, esa luz que cae con fuerza sobre la cama de Pilar, y yo miro hacia atrás. Todas las enfermeras, los celadores, los médicos que atienden a la unidad están presentes, formando como un ejército de amantes de Pilar, firmes y respetuosos, sintiendo que hay algo especial que se está cerniendo esa mañana sobre una sala que tanto sabe de lágrimas, de dolor, de sufrimiento, de muerte. Jacobo reza un padrenuestro y pide por todos los presentes, por todo el personal de ese hospital que ya era desde hace mucho tiempo nuestra familia extendida a través de Pilar en un trato de afecto que no va en el seguramente exiguo sueldo que reciben. Y la paloma del Espíritu, de ese Dios que apretábamos muy fuerte en nuestros sueños infantiles se hace presente en Pilar, y con ella, en todos los presentes. Ha sido un día para creer, un día para la esperanza, para el cariño. Ha caído un pedazo de cielo que nos unía a todos, sin perjuicio de nuestras convicciones particulares. Uno de esos momentos en que nosotros mismos somos capaces de transformarnos en lo mejor que tenemos, que somos. Que nos hacemos dioses a imagen de ese buen Dios que al fin ha querido hacerse presente en esa sala de hospital, donde un chico de dieciséis años se está muriendo, donde Pilar recorre un trayecto seguramente irreversible, pero donde su sonrisa, su bondad y su amor nos ha permitido reducir un poco nuestras miserias de aquí abajo. Hoy nuestra niña-Pilar nos ha hecho más niños, más puros, mejores. Y el paréntesis de su comunión sobre las pesadas sombras que nos rodean es una luz cegadora. Pero, ¡ay! ¿cuánto tiempo duran esos momentos de felicidad?