jueves, 27 de septiembre de 2012

Intercambio de solsticios (455)

Solo le quedaba a Sánchez hacer la "uve" de la victoria, como una especie de Richard Nixon redivivo, para reclamar el éxito de una noche en la que apenas había este participado. - He recibido una llamada del presidente de Chamartín -anunció entonces el correspondiente de Chamberí-. Viene ahora mismo. Brassens musitó al oído de Romerales. - Ya sabes, Cristino. Las victorias tienen muchos padres, solo las derrotas son huérfanas. - Ahora serán estos dos los que administren algo en que que no han tenido ni arte ni parte -repuso Romerales. - Hoy como siempre. Haremos una especie de tratado de buena amistad con el afán de superar las divergencias pasadas... - Algo así como la Europa después de la Segunda Guerra Mundial... -observó Cristino. - Un distrito, como el nuestro, en el que se imponía una especie de guerra interior... se convertirá ahora en una suerte de liberador y democratizador de Madrid. Cuando este Martos se había conformado con un papel testimonial de presidente de un consejo que ya no seguía sus criterios -dijo Brassens. - Ya... ¿Y qué nos queda ahora? -inquirió Romerales. - No sé. Supongo que la satisfacción por el trabajo bien hecho -contestó el aludido. - Será más bien la satisfacción intima -observó Romerales-. Porque, lo que es, el reconocimiento ya se nos ha escapado. - En eso consiste la labor de los gregarios, Cristino. Nunca subiremos al podio, pero nos queda la idea de que ese podio hubiera sido imposible sin nosotros, - Sí. Batallas de abuelitos a los nietos al calor de la chimenea. Algo así como... "Yo estuve allí". Era el momento en que hacia su aparición Jacobo Martos, que se fundía en un expresivo abrazo con el presidente de Chamberí. Comprobando que lar situación estaba bajo control, los dos se perdieron por entre las sombras de la entrada de la sede de la calle Génova. - ¿Crees que nos tendrán en cuenta? -preguntó entonces Romerales. - Ya ves. De momento ni una sola palabra. - Ya sabes, Cristino. Nunca son los mismos los hombres que hacen las barricadas que los que construyen los acuerdos. Ya deberíamos haberlo aprendido. - ¿Y qué vas a hacer ahora? - De momento, ir a la cama. Estoy agotado. - Si. Dejaremos que otros resuelvan el follón que todavía hay aquí montado. Os acerco al coche de Vic. - Gracias Cristino. Cuando entraban en el vehículo del responsable de interior, la noche de Madrid era espesa como un mal sueño: la señal de que estaba a punto de amanecer. Quizás los ocupantes del automóvil no fueran capaces de dilucidar todavía, a causa de su cansancio, si el calificativo que tendrían que adjudicar a lo vivido en esas ultimas horas era el de una victoria triste o de una dulce derrota. Quizás el siguiente día les aportara la lucidez que en ese momento les faltaba.

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