jueves, 3 de octubre de 2013

NER. Mensajes cruzados (y 56)


“Helenka y yo nos encontramos por casualidad un día en que los dos comprábamos entradas para un concierto. La reconocí porque era la amante de un hombre que conocía muy bien. Recientemente habían decidido casarse. Aquello fue una catástrofe para mí porque desde el primer momento que me la presentaron me enamoré de ella. la convencí para que tomara una copa conmigo. Era la primera vez que estábamos solos desde que nos conocíamos. Era adorable y yo hablaba mucho y muy deprisa porque estaba nervioso por mis sentimientos hacia ella que supuse dolorosamente evidentes.
Paseamos por Central Park y hablamos de montones de cosas. Yo le hablé de un libro que pensaba escribir y de mis planes de irme a vivir al oeste. Ella habló con entusiasmo de su próxima boda, pero a mí me pareció demasiado entusiasmada, como si tratara de convencerse a sí misma más que a mí.
De pronto empezó a llover. Nos refugiamos en un paseo subterráneo para evitar el chaparrón. Recuerdo que pensé en lo maravillosa que era y en lo bonita que estaba en aquel momento, y quise decirle muchas cosas porque mis sentimientos se enroscaban en mí cada vez más. Y creo que ella lo sabía todo y le daba miedo. Sin embargo algo instintivo me dijo que si la besaba ella me respondería (Se besas apasionadamente). Su beso estaba lleno de deseo y supe que no podía compartir aquella sensación con nadie más. Entonces se elevó un muro y de repente quedé excluido. Pero ya era tarde, porque sabía que era  capaz de una pasión intensa, si algún día quería permitirse sentir”.

(Woody Allen. Another woman –Otra mujer).

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