jueves, 6 de marzo de 2014

La ascendente carrera de Salvador Moreno (4)


Estaba claro, eso que los italianos llaman el "nasso" y los bilbainos la "pesquis" le indicaba a Cayetana que el futuro de su marido, el de ella misma y el de los hijos que estaban por llegar, no estaba en Neguri ni en Bilbao. Así que habló con su igualmente incansable madre que comprendió a la perfección sus planteamientos: vivirían en Madrid y regresarían al hogar materno para las vacaciones.

Habría que desmontar casa en Guecho y montar residencia en Madrid. Claro que todavía esos eran buenos tiempos para la transacciones inmobiliarias y con el importe de la venta de su domicilio familiar guechotarra y un pequeño atraco en su cuantioso peculio podían instalarse cómodamente en la Villa y Corte.

La vida en Madrid tenía -tiene, por derecho y tradición propias- unas características diferentes a las de Bilbao. Así como en Neguri se conocía todo el mundo y las aptitudes y capitales de todos quedaban al descubierto, en Madrid todo era apariencia, situación esta que convenía mucho al artificio que emanaba de Salvador Moreno -buena pinta y exquisitas maneras- y que se compadecía bien con lo extrovertida e incansable que resultaba Cayetana en el plano social. Ya se sabía que eran carne para la uña, y viceversa: el matrimonio perfecto.

Y nada más que su chalet en Puerta de Hierro estaba dispuesto, inundaba Cayetana de invitados su casa. Además que, siquiera desde un punto de vista económico, la rentabilidad de una morada bien puesta a efectos sociales se multiplicaba en Madrid respecto de Bilbao: en la Villa y Corte se recibía todos los días, muy al contrario de lo que ocurría en Neguri, donde solo los fines de semana resultaban disponibles.

Empezaría Cayetana con la ya numerosa.colonia bilbaína que ya se había desplazado a Madrid, víctima de la extorsión o la amenaza de ETA, la ausencia de oportunidades que se cernía ya en la sociedad vasca o la mera percepción de que finalmente había triunfado el sitio carlista sobre Bilbao, de modo que sus descendientes nacionalistas habían tomado la Villa y travestido su antiguo sabor liberal en rancio tufo pueblerino, así que el bilbaino de antaño debía avanzar hacia ese integrador rompeolas de todas las Españas en que Madrid se había convertido.

La vida social es así, una buena cocinera crea fama -y en Bilbao siempre ha existido una alta calidad en los fogones caseros-, de modo que Cayetana se traía de Neguri la aderezadora de guisos familiar -algo mejor que el pescado que dicen Romanones se hacia traer por tren desde El Amparo para cenar- e impuso a la selecta población madrileña a la que ella tenía acceso, la célebre merluza frita con patatas fritas y, para postre, los canutillos de Bilbao bañados en salsa de chocolate caliente.

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